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Primera escena: desde la parte trasera de una sala de cine, sentadas dispersas entres sus filas de butacas, vemos de espaldas dos figuras masculinas y una femenina. Más tarde sabremos que se trata de Jordan (Marcello Mastroianni, el propietario), Luigi (Massimo Troisi, el proyeccionista) y Chantal (Marina Vlady, la taquillera). La mujer alza un vaso hacia la gran pantalla blanca y dice: “¡Por el Splendor!”, secundando el brindis sus acompañantes. La cámara avanza en travelling por el pasillo hacia la pantalla y comienza a escucharse una melodía mientras aparecen los títulos de crédito…

Segunda escena: dos obreros sobre una escalera descuelgan el rótulo “Cinema” de la fachada del cine, mientras, en su hall, Jordan, sentado sobre una mesa, taciturno junto a un cartel de la película “Notte italiana”, parece ajeno a todo el trajín de desmantelamiento y al hombre que explica a otro cómo quedará remodelado todo sobre la maqueta del proyecto de un establecimiento comercial. Jordan se levanta y mira al interior de la sala; Luigi y Chantal se acercan y miran con él…Un flash-back nos trasladará a un blanco y negro donde se inicia el relato del pasado de estos tres personajes.

Hasta aquí los primeros minutos del largometraje “Splendor”, un entrañable himno a la cinefilia, dirigido por el italiano Ettore Scola, que, por coincidir en su estreno el mismo año, 1989, con la inolvidable “Cinema Paradiso”, ha sido injustamente eclipsado por la obra maestra de su paisano Giuseppe Tornatore.

“Splendor” narra la memoria sentimental de sus tres protagonistas, vinculada a la historia de la sala de cine de la pequeña localidad italiana donde se ubica. De ahí que el brindis inicial tenga un sentido íntimo y profundo. Un brindis-despedida, un brindis-adiós.

Y un gran aplauso, a modo de brindis, fue lo que sonó en los instantes últimos de actividad de los Renoir-Audiorama de Zaragoza. Como comenté en la entrada anterior, el pasado 10 de mayo era el día de su cierre. A las 22 horas su hall tenía una animación extraordinaria para ser un jueves. Larga fila para comprar las entradas del pase nocturno de sus cuatro películas. Gente firmando en los diversos paneles repletos ya de comentarios y dedicatorias. Un ramo de flores delante de una simulada esquela alusiva a los cines…Fotos de los asistentes en diversos rincones: las escaleras, el patio de butacas…Como en “Blade Runner”, queriendo capturar instantes significativos que preserven nuestra identidad y la de aquellos espacios que nos importan…En la composición siguiente, algunas de las instantáneas de esa noche: en la parte superior izquierda, Vicky Calavia y Eva Puyó; en la inferior derecha, Gema Asensio y Pilar Vilella; a las que agradezco mucho formar parte del grupo que compartimos ese especial pase.

Pedro Zapater escribió un artículo sobre esta noche publicado el viernes 11. La siguiente es mi particular crónica:

A las 22,30 comenzó nuestra proyección en VOSE en la sala 2, con casi dos tercios de su aforo ocupado. La película de Alain Resnais “Les herbes folles” desarrolla una trama peculiar, absurda en ocasiones, surrealista en otras, loca y salvaje en alusión a su título original. Cuando pasados sus algo más de cien minutos concluyeron los títulos de crédito, se respiraba una atmósfera extraña en la sala; muchos de los presentes optamos por volver al hall, donde se había concentrado espontáneamente parte del público que concurrió a las otras salas. Abrazos entre los trabajadores y algunos de sus amigos, intercambio de impresiones de los largometrajes recién vistos…y alguien que inició un aplauso al que pronto nos unimos todos…Un aplauso-brindis.

Si se busca por Internet la cartelera zaragozana, en la relación de cines de alguna web aún aparecen los Renoir, pero con la anotación “sin programación”. Una semana ha pasado ya.

Ayer me acerqué al pasaje donde se ubican los cines y tomé con el móvil la foto de abajo: su acceso con todo apagado, reflejando los cristales la actividad del bar de enfrente. En contraste con ella, otro instantánea del 2 de mayo.

Sergio Casado, uno de los trabajadores afectados por el cierre de los Renoir zaragozanos, cuenta en su blog Historias de los Renoir cómo se va intentar que prospere en la ciudad una iniciativa similar a la que se ha puesto en marcha para salvar los Renoir de Mallorca, donde más de 1.500 personas apoyan ya la formación de una cooperativa que permita reabrir sus salas. Sería una gran noticia. Habrá que estar al tanto. Los milagros económicos parecen imposibles, pero el cine nos ha mostrado que, en ocasiones, suceden. Como en ese memorable final de “¡Qué bello es vivir!”, y ya sabemos que la realidad puede superar a la ficción y que el espíritu de Capra se mantiene vivo en muchos.

“Splendor”, a pesar de su amargo comienzo, cuenta con un final entrañable, poético dentro de la, a veces, cruel prosa de lo cotidiano y, sobre todo, un final esperanzador. Pensando en él, ojalá que lo de los Renoir Zaragoza no haya sido un “the end” definitivo, sino un “to be continued”…