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Cortometraje, Espiga de Oro, Réka Bucsi, Semana Internacional de Cine, Seminci 2014, Sentido de la vida, Sinfonía nº 42, Surrealismo, Symphony nº 42, Valladolid
Una obra de arte, estas fueron las primeras palabras que escuché tras la proyección de esta singular pieza húngara, aclamada por la mayoría del público y que se alzó con la Espiga de Oro al Mejor Cortometraje de la Sección Oficial.
André Breton en su Primer Manifiesto Surrealista escribió: “No voy a ocultar que para mí la imagen más fuerte es aquella que contiene el más alto grado de arbitrariedad, aquella que más tiempo tardamos en traducir a lenguaje práctico, sea debido a que lleva en sí una enorme dosis de contradicción, sea a causa de que uno de sus términos esté curiosamente oculto, sea porque tras haber presentado la apariencia de ser sensacional, se desarrolla después débilmente (que la imagen cierre bruscamente el ángulo de su compás), sea porque de ella se derive una justificación formal irrisoria, sea porque pertenezca a la clase de las imágenes alucinantes, sea porque preste de un modo muy natural la máscara de lo abstracto a lo que es concreto, sea por todo lo contrario, sea porque implique la negación de alguna propiedad física elemental, sea porque dé risa”. Gran parte de este espíritu se reconoce en “Sinfonía nº 42”, que bien podría describirse en una primera aproximación como una colorida sucesión de 47 surrealistas escenas donde impera lo imprevisible.
Ya su inicio nos pone en situación: inmerso en un bosque, un lobo dibuja en una cuartilla una representación de lo que parecen una serie de órbitas celestiales con el ojo de la providencia en su centro, para luego contemplarla como si esperara toda una revelación. Otras escenas ilógicas protagonizadas por personas y animales con comportamientos humanos se suceden sin aparente relación entre ellas, como la de una mujer en traje de baño que corta el césped mientras, acostado frente a ella, un delfín jadea en busca de aire, o aquella en la que dos osos polares sentados en una tumbonas pescan tranquilamente junto a un río y escuchan un disparo. Entre ellas no faltan guiños cinéfilos, caso de las alusiones a películas como “Pierrot, el loco” (Jean-Luc Godard, 1965) y “2001: Una odisea del espacio” (Stanley Kubrick, 1968).
Cerrando un círculo, en la última escena, otro lobo parece hipnotizado por ese dibujo inicial de significado misterioso. La mecánica interna del corto ha cumplido su papel, envolvernos en 10 minutos de bellas sugerencias al ritmo de la música y mezclas sonoras de Flóra Matisz y Péter Benjámin Lukács, que con sus rítmicas cadencias unen todas las piezas de este singular puzzle.
Su autora, Réka Bucsi (Alemania, 1988), realizó “Symphony nº 42” (que reúne ya un largo historial de galardones) como trabajo de fin de carrera de sus estudios en la Universidad Moholy-Nagy de Arte y Diseño (MOME) de Budapest entre 2008 y 2013, uno de los centros más prestigiosos de Europa en su especialidad creativa. Dedicado al final a las ballenas de Sri Lanka, donde estuvo la directora un tiempo durante su producción, como parece insinuar en una entrevista, no trató tanto de hacer una crítica ecologista como de, a través de esa serie de relaciones irracionales entre el ser humano, los animales y el medio ambiente, plantear al espectador un ejercicio de evocación donde este buscara sus personales conexiones.
Inevitable recordar, por el título y por su carácter de obra corta musical de animación, la serie de cortometrajes producidos por Walt Disney entre 1929 y 1939 titulada Silly Symphonies (Sinfonías tontas), que sirvió a su compañía como terreno de experimentación para nuevas técnicas y estilos de animación. Pero las similitudes concluyen allí, pues en aquellas pequeñas joyas del cine, que sirvieron a Disney para ganar 7 premios Óscar al Mejor Cortometraje Animado, primaba una narrativa convencional, a diferencia de lo que sucede en esta otra breve joya, donde las escenas podrían guardar un orden muy diferente entre sí sin que cambiara su sentido final.
Un dato relevante que nos ofrece la propia autora es que el zorro que cierra y concluye la trama trata de conocer la verdad, el significado de todo, y así ser capaz de transmitírselo al mundo. Y en esta búsqueda hemos descubierto que el propio corto contiene la respuesta al sentido de la vida, el universo y todo lo demás. ¿No lo crees? Escribe y busca en Google “the answer to life the universe and everything” y lo verás.