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Whiplash - Cartel - Poster - Film Damien ChazelleExplosiva. Arrolladora. Excitante. Absorbente trama sobre el precio por alcanzar la excelencia, por ser el número uno, por ser recordado como el mejor. “Whiplash” ha dejado huella allá donde se ha proyectado y ya cuenta con un largo historial de reconocimientos desde su estreno mundial en el Festival de Cine de Sundance en enero de 2014, donde recibió el Gran Premio del Jurado y el Premio del Público como mejor película (dos tipos de galardones difíciles de hacer coincidir que, sin embargo, ha repetido en otros certámenes, como el de Deauville). Seleccionada por el American Film Institute como uno de los 10 mejores largometrajes norteamericanos de 2014, ha sido nominada para los premios Óscar, que se entregarán el próximo 22 de febrero, en cinco categorías: película, guion adaptado, sonido, montaje y actor de reparto. Apostamos por su merecida obtención en estas dos últimas. De hecho, J.K. Simmons ya se ha alzado con el Globo de Oro y otras numerosas distinciones por su memorable encarnación de un profesor feroz e implacable.

Whiplash - Cartel - Poster - Film Damien Chazelle - Miles Teller - J.K. Simmons

Damien Chazelle no podía conseguir fondos para la película, así que, sintetizando el guion original, decidió convertir la historia en un cortometraje y lo presentó en 2013 en el Festival de Cine de Sundance, donde terminó ganando el Premio del Jurado de Cortometrajes, con lo que logró la financiación para rodar Whiplash en su formato largo. J.K. Simmons repite papel protagonizando tanto el corto como el largo homónimo

Tuve ocasión de verla en su estreno español en la pasada Seminci y, pese a su primer pase a hora poco propicia, las 9 de la mañana en el Teatro Calderón, ni el espectador más somnoliento pudo resistirse a esta sobredosis de cafeína fílmica sobre un ambicioso músico de 19 años, Andrew (Miles Teller), estudiante en un prestigioso conservatorio de Manhattan, en pugna por demostrar su valía al más que exigente profesor Terence Fletcher (J.K. Simmons). Como resultado: una de las mayores ovaciones del festival y el premio al Mejor Director Novel (Damien Chazelle).

El inicio del largometraje ya nos anuncia el tono de la historia. Un travelling nos aproxima por un oscuro pasillo al fondo del salón de un conservatorio donde un solitario baterista de jazz (Andrew) ensaya frenéticamente. De pronto aparece el que resulta ser el reputado profesor (Fletcher) que dirige la prestigiosa orquesta de la escuela. Una conversación entre ellos y una invitación al joven a integrar dicha orquesta. Dos hombres y un instrumento, dos hombres y su duelo por conseguir un nuevo artista que logre la inmortalidad musical.

Whiplash - Film Damien Chazelle - Miles Teller - Melissa Benoist

La devoción musical de Andrew marcará las decisiones sobre su vida sentimental

Los títulos dados en otros países como Argentina: “Whiplash: Música y obsesión”; Brasil:”Whiplash: Em Busca da Perfeição”; y Portugal: “Whiplash – Nos Limites”, subrayan bien varios de los temas de la película. Efectivamente, si la vocación se torna obsesión en pos de una utópica perfección, ningún límite debería detenernos para alcanzarla. Así lo ilustra el comportamiento del joven Andrew, que estará dispuesto a cualquier sacrificio por conseguir su meta. Pero el film habla también de los efectos demoledores de la competitividad; de los dudosos métodos de enseñanza que, queriendo extraer lo mejor del alumno, lo conducen al extenuante paroxismo; del desequilibrio emocional que puede implicar entregarte únicamente a una de tus facetas…

“Whiplash”, título alusivo al nombre de la pieza musical que se toca repetidamente (con un compás complejo de tiempo irregular: 7/8), no resulta original en lo que cuenta pero sí en cómo lo cuenta, envolviéndonos en el pálpito de la percusión del baterista gracias a un montaje ejemplar (atención a un solo de batería de Andrew, clímax de la historia, que no acusa el peso de su duración: 9 minutos). Recordando al cineasta pionero Eisenstein, que como teórico formuló una completa clasificación del montaje fílmico, este es un recurso expresivo y narrativo esencial, capaz de manipular completamente las emociones del espectador. Así resulta en “Whiplash” al servicio de transmitirnos la febril pasión de sus dos protagonistas.

Destaquemos que en esta opción por una efectista puesta en escena no ha habido valoración positiva unánime, reprochándole su gusto por el detalle morboso en su recreación del sufrimiento fruto de un esfuerzo extremo. Pero ya sabemos que la realidad suele superar a la ficción y en este caso el realizador y guionista de la película, Damien Chazelle, conoce muy bien el mundo que refleja en ella ya que fue batería en un grupo de su escuela secundaria y consagró varios años a dominar este instrumento, llegando, incluso, a ganar varios premios. Decidió abandonar cuando, influido por un instructor muy similar al personaje de Fletcher, a la práctica le empezó a acompañar el miedo, de modo que un estilo de música que, en apariencia, simbolizaba la alegría y la libertad, se convirtió en fuente de pesadillas y crisis de angustia. Quiso volcar en “Whiplash” parte de esa experiencia y de su tensa relación con su profesor, plasmando detalles que nos mostrasen los efectos de un afán supremo (sangre, sudor y lágrimas literales) pero también la belleza y la emoción musical.

Especialmente reveladoras son estas palabras, parte de su “nota de intenciones” sobre el film: “Con Whiplash quería realizar una película que recordase a una de guerra, donde los instrumentos musicales reemplazaran a las armas de fuego y la acción, en lugar de desarrollarse en un campo de batalla, transcurriese en una sala de ensayo o sobre un escenario de conciertos”. Y lo ha conseguido gracias, al margen del citado montaje, a la intensa y creíble fuerza que encarnan los dos actores principales: por un lado, Miles Teller como Andrew, que interpretó realmente todas las piezas de batería que suenan en la película (aprendió a tocarla a los 15 años y ensayó especialmente durante meses para su papel) y sufrió ampollas en las manos, y hasta llegó a sangrar, por el estilo vigoroso, nada convencional, de tocar jazz de su personaje; por otra parte, J.K. Simmons (antológica actuación) como un casi inhumano profesor en su ansia de Pigmalión por dar al mundo un nuevo genio.

Damien Chazelle, gran admirador de Charlie Parker, pone en boca de Fletcher, en narración didáctica a sus alumnos, la historia de cómo el baterista Jo Jones lanzó en público a la cabeza de un principiante Parker un platillo y este se resarció de tal agravio extremando su dedicación al jazz hasta que adquirió su prodigiosa técnica, convirtiéndose en el legendario “Bird”. Sirve a Fletcher esta anécdota para justificar su nada ortodoxa forma de enseñar, en contra de motivar a través del reconocimiento de los logros. Una entrega en cuerpo y alma, sin margen a la vacilación, creando música y “siendo” música. El coste puede ser desorbitado. ¿Compensa? El director lo deja a criterio de cada espectador.

Con independencia de la respuesta, una historia desbordante difícil de olvidar.

Tráiler en VOSE aquí.