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Roland Topor (1938-1997) resulta un personaje inclasificable dentro del ámbito artístico francés de la segunda mitad del siglo XX por la multiplicidad de disciplinas que cultivó con éxito. Ha influido en cineastas como Bill Plympton, Terry Gilliam (en sus irónicas animaciones para Monty Phyton), Roman Polanski, Jean-Michel Ribes y Jerôme Savary, ilustradores como Moebius o Caza cuando han trabajado en el cine, y escritores y guionistas como Jacques Sternberg. Su huella en España se encuentra en dibujantes satíricos como El Roto, pintores como Ceesepe, el cantautor Luis Eduardo Aute en su faceta gráfica y fotógrafos como Joan Fontcuberta y Ouka Leele.
Con ocasión del vigésimo aniversario de su fallecimiento y por su vinculación con el séptimo arte, en el marco de la programación de la pasada Seminci se le dedicó un espacio, en la vallisoletana Sala Municipal de Exposiciones de las Francesas, con una selección de grabados, carteles y piezas audiovisuales del autor «más copiado y más plagiado» del siglo pasado, obras caracterizadas por un marcado humor negro y una idiosincrasia surrealista.
En los paneles expositivos podían leerse, como pinceladas de su relevancia, frases de quienes le conocieron bien y admiraron su desbordante imaginación e ingenio, como sus amigos y colegas creativos Jacques Sternberg, Alejandro Jodorowsky y Fernando Arrabal, y el director y guionista Federico Fellini, con quien trabajó en su largometraje «Casanova» (1976), donde se encargó del diseño artístico de la secuencia de la linterna mágica.
Breve semblanza profesional de Roland Topor
Tras estudiar en la Escuela de Bellas Artes de París, inició su trayectoria como dibujante en publicaciones satíricas francesas de finales de los cincuenta e inicios de los sesenta como Bizarre y Hara-Kiri. La potencia de sus diseños y el humor que los impregna facilita que sea llamado para colaborar en prensa de todo el mundo, ya sean periódicos como Liberation, New York Times, Il Corriere della Sera y Le Monde, ya sean revistas tan diferentes como Elle, Le Nouvelle Observateur, Sciences et Avenir, Opus International, e incluso en El canto de la tripulación, publicación emblemática de la movida madrileña. También será reclamado para ilustrar cientos de portadas de libros, tanto de clásicos como Charles Perrault como de autores contemporáneos como Patricia Highsmith.Aunque su obra comparta elementos del movimiento surrealista liderado por André Breton, tras diversos encuentros con él se desencanta de las normas imperantes y como reacción funda, en 1962, junto a sus amigos Fernando Arrabal, Alejandro Jodorowsky, Jacques Sternberg y Olivier O. Olivier el Movimiento o Grupo Pánico, en referencia al dios Pan de la mitología grecolatina, pleno de espíritu festivo y que sirvió de base a toda la cultura underground francesa.
En paralelo a la gráfica, comenzará una exitosa andadura literaria a mediados de los sesenta en diversos fanzines como el francés Fiction. Pronto muchos de sus títulos se convertirán en superventas del momento. En este ámbito destacaremos, por una parte, su primera novela: «El quimérico inquilino» (1964), que impresionó tanto a Roman Polanski que la convirtió en largometraje en 1976, hoy uno de los mejores de su filmografía; por otra parte, el libro «La cocina caníbal» (1970), compuesto de recetas elaboradas con ingredientes dignos de cualquier menú de Hannibal Lecter (algunos ejemplos: hombre a la sal gruesa, financiero al horno, niña en servilleta, enamorados desenamorados, bebé salteado a la brissac) y con ilustraciones de humor negrísimo del propio autor (ver vídeo aquí con las imágenes y la lectura de la receta puré de cabeza de banquero).
Pronto Topor amplía sus territorios creativos al cine en varios frentes: actor en pequeños papeles, siendo el más recordado el de Renfield en «Nosferatu, vampiro de la noche», versión alemana de 1979 de Werner Herzog; diseñador de títulos de crédito, caso de «Viva la muerte» (1971), ópera prima como director de Fernando Arrabal; guionista de más de una veintena de títulos, como «La hija del guardabarreras» (1975) y «El virus de Hamburgo» (1979). Mención especial para su rica colaboración con el animador René Laloux, con quien crea dos curiosos cortometrajes: «Les temps morts» (1964) (disfrútalo íntegro desde aquí) y «Les escargots» (1965) (completo aquí), este segundo precedente visual del largometraje conjunto «El planeta salvaje» (1973), basado en la novela de ciencia ficción «Oms en serie» de Stefan Wul, obra maestra de la fantasía animada que gana el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes; trabajando también con Laloux posteriormente en la adaptación al cine de otros libros, siendo la más relevante «Gandahar, los años luz» (1988), estimulante cruce de aventuras y ciencia ficción.
En 1989, coincidiendo con el bicentenario de la Revolución Francesa, basándose en diversos escritos del marqués de Sade, escribe junto a Henri Xhonneux el guion de «Marquis», que dirigirá este segundo, centrado en la estancia del marqués en la prisión de la Bastilla, donde se dedicará principalmente a escribir y hablar con su pene, Colin, que tiene cara y voz (e iniciativa propia, como se verá). Personalmente reconozco que este largometraje, donde los intérpretes actúan caracterizados con máscaras de animales (el marqués es un perro) es uno de los más bizarros que ha visto en pantalla grande, inolvidable en su originalidad y divertida irreverencia (accede a un fragmento en versión original pinchando aquí, en el que también cabe apreciar uno de los momentos que incluyen animación con plastilina o claymation). Conviene apuntar que Topor y Xhonneux ya habían trabajado juntos entre 1982 y 1986 en la serie televisiva infantil francobelga «Téléchat», un informativo disparatado, parodia de los programas televisivos para adultos, presentado por un gato y una avestruz, siendo todos los personajes marionetas.
La exposición vallisoletana conmemorativa resaltaba también su carrera como cartelista cinematográfico, aunque diseñó carteles para todo tipo de eventos. Entre los más reconocidos, los que fueron imágenes promocionales de «El tambor de hojalata» (1979) y «El imperio de la pasión» (1978, donde Nagisa Oshima repetía drama erótico tras el gran éxito, dos años antes, de «El imperio de los sentidos»). Asimismo se incluían llamativos carteles para largometrajes menos conocidos en España, como el concebido para la comedia francesa «Celles qu’on n’a pas eues» (1981) y el thriller galo «La faille» (1975).
Dramaturgo, diseñador de vestuario para óperas, letrista de canciones populares francesas… las vertientes creativas de Roland Topor no conocieron fronteras. Un artista múltiple. Todo un hombre del Renacimiento en pleno siglo XX.