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A clockwork orange, A.I. Inteligencia Artificial, Aryan Papers, Barry Lyndon, Caperucita Rusa, CCCB, El resplandor, Eyes wide shut, Full metal jacket, Jordi Costa, Kosmopolis, La chaqueta metálica, La naranja mecánica, Napoleón, Orphanik, Saul Bass, The shinning, Vicente Molina Foix
Stanley Kubrick ya había demostrado en la década de los 60 su gran versatilidad como cineasta abordando con maestría historias tan diversas como «Espartaco», «Lolita», «Teléfono rojo. ¿Volamos hacia Moscú?» y «2001: una odisea del espacio», marcando su impronta como autor audaz en la adaptación de novelas no exentas de dificultad en su traslación a la gran pantalla. En la década siguiente ratificó su talento atreviéndose a llevar a su terreno una novela distópica (de la que acaba de descubrirse una secuela perdida en los archivos de su autor) y otra de aventuras ambientada en el siglo XVIII.
Años 70
La naranja mecánica (1970)
“La pregunta moral esencial es si un hombre puede o no puede ser bueno sin tener la opción de ser malvado y si esa criatura sigue siendo humana” – Stanley Kubrick
El humanismo pesimista de Kubrick encontró material ideal para desarrollar en la novela «A Clockwork Orange» (1962) de Anthony Burgess, que leyó de tirón, documentándose posteriormente sobre la psicología del comportamiento y la terapia de reflejos condicionados como soporte técnico adicional para su relato fílmico.
La historia de Álex (Malcolm McDowell, en quien enseguida pensó Kubrick por haberle impresionado en la oscura sátira social y educativa «If«), líder de un grupo ultraviolento que encuentra placer en sus continuos asaltos y ataques vandálicos, concedía voz protagónica en primera persona a un personaje que cierta prensa sensacionalista de Inglaterra conectó con los numerosos casos de delincuencia juvenil que salían a la luz por aquel entonces, lo que generó una intensa polémica responsabilizando al filme de avivar aún más el agitado clima social. Kubrick, ante la presión dominante, decidió retirar su exhibición de los cines británicos, donde no volvió a mostrarse hasta su fallecimiento.

La estética formal de la indumentaria de Álex y sus tres drugos marcó estilo y hoy sigue siendo imagen inconfundible de una trama nada alejada de los estallidos de violencia contemporánea
Fiel a su estilo obsesivo de cuidar cada detalle, la habitación de Álex se representó como una trinchera privada donde liberar sus pulsiones asociadas al sexo, la violencia y la música de Ludwig van Beethoven: el tocadiscos Hydraulic Reference Turntable, la máquina de escribir Valentine, el póster de una mujer desnuda y una escultura de porcelana de cuatro Cristos danzantes, son algunos de los evocadores elementos que reflejan la amoralidad de su dueño.

Moloko en la jerga Nadsat de la novela y la película (derivada de la palabra rusa para leche молоко), resulta ser la bebida láctea que Álex y sus drugos consumen, plena de estupefacientes que les sirven de estímulo
Como muchas otras obras de su director, «La naranja mecánica» admite análisis desde múltiples puntos de vista. El tema del libre albedrío (punto de discordia fue con Burgess la no inclusión en la versión fílmica del capítulo final de la novela, con la redención de Álex) se enfrenta con la intrusión de un todopoderoso Estado que, apoyado por la ciencia, despliega un mecanismo disciplinario tan peligroso como los comportamientos que trata de atajar.
La banda sonora, como en «2001: una odisea del espacio», la conforman numerosas piezas musicales clásicas (Beethoven, Rossini, Henry Purcell) con otro ecléctico combinado (Edward Elgar, Rimsky-Korsakov, hasta el tema central de «Cantando bajo la lluvia«), jugando un papel muy subjetivo ligado a lo que los personajes sienten. Un tratamiento muy distinto al de «Barry Lyndon», donde se integrará en el mismo paisaje.
Barry Lyndon (1975)
Tras abordar dos historias en tiempo futuro, una trama ambientada en la Europa del siglo XVIII tomando como partida la novela de aventuras «La suerte de Barry Lyndon» (1844) del británico William Makepeace Thackeray, que narraba el ascenso y caída en la Inglaterra de Jorge III de un ambicioso joven irlandés a la vez que ofrecía el retrato de una sociedad hipócrita y clasista.
En la línea del realismo buscado por Kubrick, en su milimétrica puesta en escena subyacen numerosas referencias pictóricas (artistas ingleses como Joshua Reynolds, Thomas Gainsborough y William Hogarth así como pintores holandeses de esa época).
Buscando mayor veracidad y sin miedo al reto, el director quiso rodar diversas escenas de interior con la luz de velas como única fuente. Karl Zeiss Jena, la empresa de material óptico más importante a nivel mundial entonces (que suministraba equipos fotográficos a la NASA), facilitó unas lentes 50 mm. f0.7 (de gran luminosidad, que habían sido usadas para fotografiar el lado oscuro de la Luna). La cámara Mitchell BNC propiedad de Kubrick tuvo que modificarse para integrar dichas lentes de modo pionero en un rodaje cinematográfico. Esta decisión artística ralentizó la producción pero se vio compensada por el resultado final, merecedor de numerosos reconocimientos, como el Óscar a John Alcott a la mejor fotografía.A pesar de que en «Barry Lyndon» latía también el análisis del comportamiento del ser humano, fue recibida con cierto desconcierto y supuso un relativo fracaso comercial (que posiblemente determinase el abandono de su ambicioso proyecto sobre Napoleón Bonaparte). La crítica tampoco acogió especialmente bien su siguiente largometraje, si bien con el tiempo se ha convertido en un título de culto del cine de terror.
Años 80
El resplandor (1980)
«Una de las cosas que pueden hacer las historias de terror es mostrarnos los arquetipos del inconsciente; podemos ver el lado oscuro sin tener que enfrentarnos a él directamente. Además, las historias de fantasmas apelan a nuestro anhelo de inmortalidad. Si puedes temer a un fantasma, entonces tienes que creer que puede existir. Y si existe un fantasma, entonces el olvido podría no ser el final» – Stanley Kubrick
Kubrick había rechazado la propuesta de la Warner de dirigir «El exorcista» tras el gran éxito de «La naranja mecánica». Posiblemente arrepentido de esa decisión a la vista de la acogida de la obra finalmente firmada por William Friedkin, se lanzó a un género que aún no había abordado aportando su particular universo de poliédricos vínculos susceptibles de variadas interpretaciones. El descenso al infierno de la locura que encarna Jack Torrance (un desatado Jack Nicholson), transformado en amenaza mortal para su esposa e hijo, se desenvuelve mediante una hipnótica narración pesadillesca con raíces metafísicas. Aunque ni Stephen King, autor de la novela homónima, ni cierto sector de sus seguidores quedaron satisfechos con la personal traslación al cine, hoy nadie discute el poder de fascinación del trabajo de Kubrick.

El misterioso laberinto de una mente perturbada encuentra su paralelismo en el jardín-laberinto del exterior del hotel de la película, donde transcurre su intensísimo desenlace
Amante de nuevas coreografías visuales que atraparan la atención del espectador, Kubrick experimentó con la Steadicam, sistema de estabilización de la cámara inventado por Garrett Brown, que había empezado a emplearse pocos años atrás y que en esta película se aprovechó al máximo como medio expresivo para subrayar la tensión dramática en los largos recorridos por los pasillos del hotel Overlook o en la persecución final en su nevado laberinto.

Dos gemelas terroríficas no solo por su aparición fantasmagórica sino por lo que significan en el misterio del hotel
Entre sus muchas curiosidades, el hecho de que existen dos versiones paralelas de la película, ya que Kubrick decidió reducir el metraje para su exhibición europea en 25 minutos. Las interpretaciones críticas, lógicamente, varían si se apoyan o no en el montaje original de 144 minutos de duración. En la exposición en el CCCB una pieza audiovisual permitía contemplar los fragmentos inéditos para el público europeo.

Reveladora resulta la escena en la que Wendy se acerca a la máquina de escribir de su marido y descubre que lleva mucho tiempo tecleando una única frase: All work and no play makes Jack a dull boy
El prestigioso diseñador gráfico estadounidense Saul Bass se encargó del cartel promocional, todo un desafío en su carrera por las continuas exigencias de Kubrick, que le rechazó cientos de bocetos, sobre los que anotaba a lápiz aquello que le disgustaba.

Cartas a Kubrick escritas por el incansable Saul Bass, que firmaba con el dibujo de una perca (bass en inglés) con su propio rostro
Entre esas anotaciones: «Laberinto demasiado abstracto y demasiado énfasis en el laberinto» (a la izquierda del tríptico inferior); «Parece una película de ciencia-ficción. Difícil de leer, incluso a este tamaño» (imagen central inferior). El cartel elegido, tras casi 300 versiones, fue un diseño sencillo con fondo amarillo sobre el que se lee el título original: «The shining».
La chaqueta metálica (1987)
La guerra, constante temática en su obra, volvió a ser eje central en «La chaqueta metálica» que, precisamente, consideraba Kubrick como su obra de género bélico por excelencia.
«Full Metal Jacket tiene más que ver con el tema general de la colonización (tanto de individuos como de países) y la supresión de los rasgos femeninos de los soldados que con los detalles de Vietnam o de la ofensiva del Tet» – Jonathan Rosenbaum
Adaptación de una novela semibiográfica del norteamericano Gustav Hasford, que había sido Marine durante el conflicto con Vietnam, si bien con las variaciones en el guion introducidas por el propio Kubrick y Michael Herr, corresponsal de guerra, le confiere especial fuerza su estructura en dos partes: documentando en la primera la deshumanización de un entrenamiento militar y en la segunda mostrando a esos soldados como un cruce de víctimas y verdugos. O cómo convertir a un ser humano en una mera máquina de matar.
Años 90
Eyes wide shut (1999)
La película póstuma de Kubrick adapta una novela corta que guardaba como proyecto desde que la leyó en 1968: «Relato soñado» del austríaco Arthur Schnitzler.
Considerada una de las mejores disecciones cinematográficas de los secretos de un matrimonio, su pulso entre lo masculino y lo femenino, el miedo y el deseo, se enmarcaba en un camino entre el intimismo psicológico de la pareja protagonista (Nicole Kidman y Tom Cruise, matrimonio también durante el rodaje) y el mundo esotérico de la secta de carácter sexual en la que se involucran.
El juego de máscaras va mucho más allá de lo físico, revelando al final no solo lo oculto, también incluso lo ignorado de forma consciente. De ahí la importancia de las fantasías como realidades al otro lado del espejo y de la atmósfera onírica que impregna gran parte de la narración.
«Si uno acepta la idea de que ve una película en un estado de ensueño, entonces este contenido onírico simbólico se convierte en un factor que influye poderosamente en los sentimientos que le despierta la película» – Stanley Kubrick
Kubrick inédito
La exposición concluía con un apartado dedicado a los proyectos de Kubrick que no vieron la luz pero que permiten trazar un horizonte de paisajes hipotéticos que pudieron enriquecer la ya de por sí fructífera cartografía de su autor. Aparte de relacionar ideas como las adaptaciones de «El Señor de los Anillos» de J.R.R. Tolkien y «El péndulo de Foucault» de Umberto Eco, se destacaban proyectos que llegaron a una avanzada fase de desarrollo. Uno de los casos es el de «Aryan Papers», con base en la novela semibiográfica «Wartime Lies» de Louise Begley, ambientada en Polonia durante los años de ocupación nazi, con la que el cineasta afrontaría su identidad judía.
«A.I. Inteligencia Artificial» fue un proyecto que podría considerarse obra póstuma «delegada», en cuanto que confió su dirección a Steven Spielberg, al que admiraba, que supo optimizar el material que le trasladó estrenando en 2001 su particular adaptación del relato corto de Brian Aldiss «Supertoys Last All Summer Long».

Detalladas ilustraciones preparadas por Kubrick y que sirvieron de sustancial apoyo para la película de Spielberg
«Napoleón» pudo ser su creación más ambiciosa, compendio de la fijación del cineasta por la figura histórica de Napoleón Bonaparte, que le fascinaba por sus dotes organizativas y estratégicas. En 1968 comenzó a crear un minucioso fichero para reconstruir al detalle la vida del emperador. Con guion completado y planificado al máximo el plan de rodaje, nadie quiso financiar los costes de esta superproducción con una duración de 236 minutos y 41 segundos.

La sala dedicada a «Napoleón» se articulaba magníficamente como una biblioteca visualmente infinita en paralelo al trabajo ingente que implicaba el proyecto
Se ha divulgado que HBO prepara una miniserie de seis horas sobre Napoleón apoyándose en la extensa investigación de Kubrick y en sus preparativos para la citada película. Será interesante ver cómo se materializa.
Para terminar esta crónica de la magnífica exposición del CCCB comisariada en España por Jordi Costa, las menciones de algunos artículos que pueden adquirirse en su tienda y también vía Internet. Por una parte, unos atractivos broches de acetato hechos a mano y cortados pieza a pieza por Caperucita Rusa en homenaje a «El resplandor» y «La naranja mecánica». Por otra, entre la numerosa bibliografía en torno al cineasta, el completo artículo que se le dedica en el número 3 de la Revista Orphanik, suscrito por Miquel Zafra y titulado «Miedo y deseo. Kubrick y la sexualidad masculina», y el libro «Kubrick en casa«, en el que Vicente Molina Foix, que tradujo al español los diálogos de cinco de sus películas, aporta su testimonio, desde la relación personal que mantuvieron, sobre la ética de trabajo del magistral cineasta.
Como complemento, puedes acceder a la amenísima conversación titulada «El laberinto Kubrick» entre Vicente Molina Foix y Jordi Costa que tuvo lugar el 23 de marzo en el CCCB durante el festival Kosmopolis 2019: pincha en este enlace.
Veinte años después de su fallecimiento, perdura la fascinante mirada del artista Kubrick. Exposiciones como esta no solo la mantienen viva y la descubren a las nuevas generaciones, también nos infiltran la curiosidad por mantener nuestros ojos abiertos a tantas realidades que nos rodean, algunas evidentes, otras no tanto.
Magnífico resumen (I y II) de la exposición y de la obra de Kubrick. 🙂
Muchas gracias, tocaya. Hice un viaje ex profeso a Barcelona para no perderme esta exposición de lujo, de la que he intentado reflejar parte de su extenso y magnífico contenido. Pinchando en las imágenes pueden apreciarse a mayor tamaño y leerse los textos que acompañan a varias de las fotos.
Jo, mi querida Ana, qué placer ha sido visitar de nuevo la exposición con tus dos magníficas entradas. He vuelto a pasear otra vez por las salas. Gracias mil.
Beso enorme
Hildy
Gracias a ti, apreciada Hildy, que me consta que tú disfrutaste también muchísimo en tu visita a la exposición, que ahora ha viajado al Museo de Diseño de Londres, donde permanecerá hasta el próximo 15 de septiembre. Un placer el que, en su paseo internacional por tantas ciudades, recalase en Barcelona, donde Jordi Costa supo enriquecerla con sustanciosos nuevos contenidos. Beso Kubrickiano 😉
Aun a pesar de no asistir a la exposición, gracias a tu exhaustiva y bien descrita «visita en palabras», nos permites aprender disfrutando de la obra del maestro Kubrick. He vuelto a recordar lo mucho que me gustaban sus películas, y lo que amaba el cine este genio. Qué maravilla de artículo, Ana.
Muchas gracias, Pimontes. Desde luego que Kubrick supo transmitir muy bien su pasión por contar con imágenes, curtiéndose primero como fotógrafo, luego como cinéfilo (de joven fue asiduo de las proyecciones del Museo de Arte Moderno de Nueva York, donde quedó fascinado por el cine mudo de Stroheim, D. W. Griffith, Eisenstein…) y volcando posteriormente todo su talento en sus creaciones cinematográficas. Me alegro de que el artículo te haya aproximado a esta completísima exposición, de la que salías queriendo revisitar toda la filmografía de su protagonista. Este año se cumple el vigésimo aniversario del estreno de «Eyes wide shut», su largometraje póstumo, ocasión especial para descubrir o sumergirse de nuevo en su compleja y enigmática historia.
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