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“Yo quiero parecerme a Pedro Almodóvar y creo que acabaré pareciéndome a Pedro Almodóvar”, así respondía el director manchego a la pregunta de a quién quieres parecerte y crees, sin embargo, que terminarás pareciéndote, que le formulaba Paloma Chamorro en el programa televisivo de La 2 de TVE “La edad de oro” en una memorable entrevista de julio de 1983 en la que aparecía junto a Fabio McNamara, como previo a su actuación musical juntos (historia de la televisión que puede recuperarse aquí). Toda una declaración de intenciones que ha conseguido hacer realidad, ya que este 25 de septiembre que cumple 70 años puede decirse que es uno de los cineastas españoles que más fiel ha sabido mantenerse a su particular idiosincrasia. Y es que, aunque quede muy lejos aquella afirmación, desde sus primeras incursiones en super-8 con varios cortometrajes y un largo folletinesco («Folle… folle… ¡fólleme Tim!», ya con Carmen Maura), pasando por su explosivo debut en el cine comercial con «Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón» (1980), y sus siguientes extravagantes historias de «Laberinto de pasiones» (1982) y «Entre tinieblas» (1983), cultivó con desparpajo un transgresor e inédito estilo que logró consolidar y depurar con el transcurso del tiempo.
Paloma Chamorro volvería a entrevistarle en enero de 1985 en «La edad de oro» tras su consagración con «¿Qué he hecho yo para merecer esto?» (1984), para que presentara un corto de encargo de la propia cadena: «Tráiler para amantes de lo prohibido», una pieza desvergonzada y premeditadamente cutre (al modo de su admirado John Waters. Disfrútalo íntegro en este enlace de RTVE a la carta), que servía también de original promoción, en forma de desaforado melodrama musical, del último largo de su autor. En aquel momento, a la hora de hablar de su evolución artística, formulaba un irónico paralelismo con su vida reconociendo cómo había sustituido el café por la cocaína y, luego, esta por la morcilla de arroz, destacando el peligro de este alimento, capaz de provocarte «un cierto romanticismo por lo auténtico, por lo que es y no es de verdad». Mucho de esto último contiene la gran obra de madurez que nos ha regalado este año, aunque ahora declare que de la morcilla se ha pasado al té como estimulante, del que ya se está aburriendo, subyaciendo en todo este humorístico discurso su innata necesidad por sentirse motivado para seguir creando, lo mismo que le sucede a su álter ego en «Dolor y gloria», Salvador Mallo.
En su septuagésimo aniversario personal, puede echar la vista atrás y sentir la satisfacción de que forma parte de la historia de nuestro mejor cine español. Con esa mirada retrospectiva, recupero de mi banco de imágenes una serie de fotografías que tomé en enero de 2012 a una magnífica exposición en el hoy llamado Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa: «Viaje al cine español. 25 años de los Premios Goya».
Estructurada en espacios dedicados a cada uno de los largometrajes ganadores en la categoría de mejor película, con un cartel informativo de entrada, numeroso material fotográfico y objetos de atrezzo y vestuario, tres de los largometrajes de Almodóvar se integraban en su itinerario:
Mujeres al borde de un ataque de nervios, que en su III edición se alzó con cinco premios Goya, además de suponer su lanzamiento internacional.

A la izquierda, Almodóvar en una foto de Jordi Socías. A la derecha, parte del equipo en el decorado de la terraza con el forillo de la Gran Vía en una instantánea de Paco Navarro

Fotos promocionales: de Paco Navarro las de la parte superior, de Macusa Cores las de la parte inferior. La de la esquina superior derecha rotulada «Recibiendo la noticia de la nominación al Oscar»
Todo sobre mi madre, que en su XIV edición consiguió siete de sus estatuillas, parte de su enorme historial de galardones, con el culmen del Oscar a mejor película extranjera.
Volver, que en la XXI edición obtuvo cinco premios Goya, entre otros muchos triunfos, como el de mejor interpretación a su reparto femenino coral en el Festival de Cannes, que también le premió en la categoría de mejor guion (el último reconocimiento en este ilustre festival ha sido este año: a Antonio Banderas por su magistral caracterización en «Dolor y gloria»).

Volver arrancaba con un estupendo travelling lateral mostrando la afanosa limpieza de las mujeres del pueblo de las tumbas de su muertos. Aquí la de los padres de las protagonistas, fallecidos en un incendio
No corresponde aquí citar más hitos del enorme palmarés de Pedro Almodóvar. Es mejor dedicar el tiempo a descubrir o redescubrir su filmografía, viendo sus películas y documentándose sobre ellas. En el apartado de lectura, entre las últimas novedades publicadas, recomiendo el número 4 de la revista Orphanik, que contiene, por una parte, un nutritivo artículo firmado por Nicolás Quintero sobre la figura del director de cine en la obra de Almodóvar; por otra parte, catorce páginas de transcripción de una charla-coloquio del cineasta en la Escuela de escritores de Madrid en torno a «Dolor y gloria», que aporta valiosas claves sobre el filme y su autor. Me consta que este encuentro sorpresa con el alumnado de la escuela, propiciado por Jordi Costa, resultó entrañable, además de altamente enriquecedor. Precisamente el imprescindible libro de Costa «Cómo acabar con la contracultura«, que analiza con fino escalpelo el papel de la inicial producción almodovariana en el contexto de la transición política española, aparece en un cameo en el último largometraje de Almodóvar.
Mucho tengo que agradecer a Jordi Costa y a su curso de crítica de cine en la Escuela de Escritores de Madrid por sus enseñanzas. En los últimos números de Orphanik tengo el gran placer de participar con varias críticas. Siguiendo con esa acción de mirar atrás, recupero para esta ocasión una de mis primeras humildes críticas, que escribí para Filmaffinity tras salir de una gran sala encantada de «La piel que habito«.
La piel que habito:
Salto mortal
«Hay procesos irreversibles, caminos sin retorno, viajes sólo de ida. La piel que habito cuenta la historia de uno de estos procesos. La protagonista recorre involuntariamente uno de esos caminos, es obligada violentamente a emprender un viaje del que no puede regresar. Su kafkiana historia corresponde al dictado de una condena cuyo jurado está compuesto por una sola persona, su peor enemigo. El veredicto, por lo tanto, no es sino una forma de venganza extrema».
Con estas palabras inicia la presentación de la película su director en su web de promoción. Palabras sugerentes que dan algunas claves, sin revelar demasiado, de la esencia de una historia atípica y extrema que a nadie dejará indiferente.
Y es que La piel que habito podrá gustar o no, pero nadie negará que es una propuesta que rompe moldes, no en vano Almodóvar es un creador con estilo propio, de los que, sin proponérselo, a lo largo de toda su filmografía se ganan grandes defensores y detractores.
Su último largometraje es de esos que precisan:
a) Conocer lo menos posible de su argumento para dejarse sorprender.
b) Reposar en la mente todo lo mostrado para valorarlo más objetivamente tiempo después (para que los árboles no nos impidan ver el bosque).
Cierto que la desmesura de su historia puede abrumar, y que narrativamente contiene algún momento innecesario por reiterativo (el recuerdo de la fiesta de la boda), lo que no resta valor a una riquísima trama diseñada al milímetro, plena de evocaciones (brillante homenaje a esa obra maestra del subgénero fantástico de los doctores dementes, dirigida en 1960 por Georges Franju, titulada Los ojos sin rostro). De ahí que su universo de múltiples capas no nos permita captarlas todas en un único visionado.
Al igual que tanto la piel de la protagonista como el disfraz carnavalesco del «tigre» que irrumpe en el caserón en el que la retienen, son únicamente máscaras (impuestas o voluntarias) que ocultan una realidad dura y compleja, a poco que miremos más allá de la epidermis de esta explícita gran tragedia podremos vislumbrar un siniestro juego entre Eros y Tánatos, la venganza y el deseo, la lealtad y la traición, el saberse vulnerable y el creerse Dios…
Salto mortal al vacío de Pedro Almodóvar que hasta en su final va al grano sin concesiones convencionales. Quizás con ello se esté riendo de la simpleza de quienes sólo saben quedarse con lo anecdótico.
P.D.: La mejor interpretación, sin duda, de la carrera de Elena Anaya hasta la fecha, que demuestra su valía para los personajes extremos bien escritos. Su Vera (Cruz) es ya uno de los antológicos de la galería almodovariana.
3 de septiembre de 2011
Volveré a ver esta singularísima trama en mi próxima sesión casera de cine como particular tributo por el cumpleaños de su progenitor. Seguro que ahora la redescubro con una mirada más profunda. Es lo que tienen las grandes obras, que no dejan de atraparte aunque conozcas el desarrollo de su relato.
Mis mejores deseos para Pedro Almodóvar de aquí en adelante, saboreando las últimas mieles del reconocimiento por su trayectoria profesional, como ese León de Oro de Honor en la edición 2019 del Festival internacional de Venecia (su emotivo discurso de agradecimiento aquí), donde debutó internacionalmente en 1983, concedido tanto por ser «el director más influyente desde Luis Buñuel», como por haber dibujado «los retratos más controvertidos y provocativos de la España posfranquista». Ahí es nada.
Que «Dolor y gloria» llegara al final de la carrera de los Oscar (cuyas candidaturas se anunciarán el próximo 13 de enero) y se alzara con alguna de sus estatuillas sería un brillante colofón para el itinerario fílmico de su autor. Sea como fuere, admirable y modélica resulta en todo caso su andadura.

Ordenados de arriba a abajo por columnas, los carteles de los 21 largometrajes que conforman la exitosa carrera cinematográfica de Pedro Almodóvar, que me han servido para crear los collages de letras con el nombre de su director que ilustran esta publicación
Eres impresionante Ana!! No sé si soy fan de Almodóvar o tuya….
Una entrada muy buena en la que con gran claridad y precisión has hecho una bonita presentación de su trayectoria. Seguro que si lo lee, va a ser el regalo de cumpleaños más bonito que reciba.
Felicidades al director de cine y en especial felicidades a ti.
Muchas gracias, Marisa, por tus amables palabras. Como muy bien escribe Jordi Costa en “Cómo acabar con la contracultura”: “Almodóvar encarna un modelo de supervivencia que oscila entre la integración y la persistencia –y mutación- de un espíritu provocador”. Desde luego que “Dolor y Gloria” resulta un jalón extraordinario en su devenir cinematográfico, además de un canto de amor al cine y a la vocación creativa, tan apreciable para quienes no sean amantes de su autor o no conozcan su obra, como para quienes hemos seguido toda su filmografía (lo que nos permite disfrutarla más al reconocer muchas de sus constantes). En su charla recogida en Orphanik reconoce que compone una trilogía inconsciente, por involuntaria, con “La mala educación” y “La ley del deseo”. Desde luego que si no la has visto, no te la pierdas. Ya está editada en DVD y Blu-Ray y disponible en Filmin.
Tomo nota. De él no he visto demasiado, no he acabado nunca de entenderlo. Pero sí, la voy a ver. Gracias.
El cine de Almodóvar no deja indiferente, desigual a mi gusto, pero como bien dices, su vocación creativa y su amor al cine, se siente en cada fotograma.
Una vez más tu entrada nos lleva a disfrutar del cine a través de tu mirada precisa y hermosa.
Muchas gracias, Pimontes. Quienes se han dedicado al cine partiendo de su amor a él como espectadores, lo revelan a través de múltiples guiños y tributos más o menos explícitos. Es lo que le sucede también a Tarantino, por citar un solo ejemplo, cuyo último largometraje «Érase una vez en Hollywood» también puede verse, como «Dolor y gloria», como obra de síntesis y madurez creativa. Volcamos en nuestras acciones aquello que nos mueve por dentro. Y en el terreno artístico, las expresiones cobran una dimensión estética que nos permite ver la realidad con otros ojos.
Cómo me ha gustado, Ana, este paseo que nos has dado y que nos ha permitido ir de la mano con Pedro Almodóvar. Qué bonitas recomendaciones, enlaces, fotografías, recuerdos… Qué felicitación más hermosa. Sí, qué bueno es el número de Orphanik.
El otro día volví a ver Tacones lejanos… y este melodrama desaforado y con su toque especial lo disfruté mucho más ahora que en su día.
Mil gracias y un beso
Hildy
Me alegro mucho, Hildy, de que hayas disfrutado con este paseo. Se trataba de una muy personal felicitación con una mirada retrospectiva en varios frentes, incluyendo una sencilla opinión publicada en Filmaffinity. Seguro que ahora, con el aprendizaje adquirido, podría escribir algo mucho más profundo sobre ese filme de Almodóvar, pues si algo destaca en la obra de su autor es su riqueza temática y estética. Creo también que la perspectiva del tiempo nos permite apreciar el cine ya visto con una mirada más certera y, en todo caso, desde el nuevo bagaje que nos aporta la mayor experiencia personal.
Otro beso para ti.
Hola Ana, qué delicioso paseo por la personalísima y magnífica obra de Almodóvar. Una vez más, disfrutamos con estos recorridos cinéfilos que nos regalas, recordando figuras tan importantes en este mundo de Cine, con mayúsculas, como fue Paloma Chamorro con su «Edad de Oro», que tanto nos aportó a los amantes del Cine.
Graciasss y un besote grande.
Me alegro mucho, Mercedes, de que hayas disfrutado con este recorrido retrospectivo sobre parte de la obra de Almodóvar, un pequeño homenaje a su autor. Y un recuerdo también a programas tan inusuales, por vanguardistas, como el conducido por Paloma Chamorro, que dedicó toda su trayectoria profesional a la divulgación cultural y artística. «La edad de oro» forma parte, sin duda, de la edad dorada de la televisión.
Un beso y gracias por tu seguimiento al blog y comentarios.