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El D’A Film Festival Barcelona en su pasada edición online en Filmin nos dejó un abanico de joyas memorables. “Le regard de Charles”, “Andrey Tarkovsky. A cinema prayer”, “My Mexican Bretzel” y “Video Blues”, cuatro propuestas documentales desde postulados muy diferentes que, no obstante, comparten una íntima reflexión sobre la recuperación del pasado y su reinterpretación a la luz del presente. Como tomar piezas de diversos puzles y componer uno nuevo donde aquellos se reconocen y, a la vez, se les descubre una nueva dimensión.
En “Seis personajes en busca de autor” Pirandello nos obsequió con una obra redonda acerca de la artificiosidad del teatro y su conexión con la vida mostrando los mimbres creativos. Estos cuatro largometrajes de carácter documental, desde su ser testimonial no ocultando la subjetividad de su mirada, destilan una verdad mucho más fascinante que la de mil supuestos neutrales reportajes.
Imágenes que hablan, voces que se encarnan
La voz, como rasgo que nos identifica y nos distingue, se erige en el cine en su vertiente en off como un recurso esencial a la hora de tejer un hilo conductor en sus relatos. Su cadencia, ritmo, timbre, conforman parte del paisaje mostrado. Y del mismo modo que intérpretes de la época muda perdieron la popularidad del público al escucharse sus voces con la llegada del sonoro, igualmente de la narración superpuesta por esa presencia ausente puede depender que nuestro interés por lo contado se acreciente o se diluya. La voz en los formatos documentales actúa como foco amplificador de atención sobre las imágenes que sobrevuela, encarnándose en ellas y aportándoles una capa de sentido que condiciona nuestra percepción, como aquel grafiti cuyo nuevo elemento le añade un adicional eco a su pintura.
Estos cuatro documentales constituyen un muestrario de fórmulas de voz en off con intencionalidades bien diversas.
LE REGARD DE CHARLES (2019, Francia, Dirección: Marc di Domenico, 83 minutos)
Sinopsis
En 1948, Edith Piaf regaló su primera cámara a Charles Aznavour. Hasta 1982, el mítico cantante francés rodó horas de película que conformaron su particular diario filmado. Donde quiera que vaya, su cámara le acompaña, grabando momentos clave de su vida, sus viajes, sus amigos, sus amores. En 2017, un año antes de su fallecimiento a los 94 años, comparte con Marc di Domenico, un amigo de su hijo Mischa, todo su material audiovisual celosamente almacenado, encargándole que prepare con él una película. Su película.
Su verdad: un autorretrato desde la alteridad
“Me filmo, luego existo”, “para verme, me filmo”, frases que constituyen toda una declaración de intenciones considerando que mayoritariamente Aznavour filmaba lo que acontecía a su alrededor, elaborando así un autorretrato a través de los retratos ajenos, a través de su mirada ávida de capturar con su cámara la vida por la que transitó. De ahí que sean tan representativos los dos títulos del filme: “Le regard de Charles”, su original en francés, y “Aznavour by Charles”, para su distribución en países anglófonos, que subrayan la autoría de la película desde el yo más íntimo de su protagonista. Su alma volcada en su música, a través de las letras de sus canciones, e impregnada en esos ojos que inmortalizan, a través de una máquina, momentos cotidianos, siendo consciente de que, en la vorágine de su presente, no volvería a revisitar. Por eso resulta tan ilustrativo descubrir a ese otro Charles, que se sabe continuamente observado como personaje famoso, como ser que a su vez observa, ya desde una visión casi etnográfica en sus viajes por diversos continentes grabando a gente anónima, ya desde una visión más privada sobre sus colegas y su familia (esa mirada enamorada que guía sus filmaciones de Ulla, su tercera esposa; o esa mirada dolorida hacia su malogrado hijo Patrick, muerto a los 25 años). Atrapar imágenes también como forma de rememorar el ayer (el padre luchador o esos niños pobres en los que recordarse –“el país de los niños es la infancia”, dice-) y de reconstruir el cordón umbilical con los orígenes, como cuando viaja a Armenia para conocer el país de sus padres y se encuentra con su abuela.
La voz y la palabra
“Un filme de Charles Aznavour realizado por Marc di Domenico con la voz de Romain Duris”. Con esta publicidad quedan expuestas las cartas sobre la mesa. Al César lo que es del César. De esta forma la voz del actor francés Romain Duris (elegido por Mischa Aznavour) se transmuta en el alter ego de Charles revistiendo de tono poético las palabras pronunciadas. Palabras elegidas por Domenico entre cartas, textos y entrevistas de Aznavour, que compone con ellas una prodigiosa biografía sentimental que otorga carga emocional a las imágenes seleccionadas. Porque aunque no lleguemos a saber cuánta coincidencia real habría entre esa simultaneidad de fragmentos visuales y escritos, la labor creativa del director al ordenarlos y presentarlos así, nos envuelve en un fascinante viaje pleno de melancolía, como la de muchas de las canciones de Aznavour, que suenan acertadamente a lo largo del metraje ilustrando por qué llegó a ser un icono musical. Un admirable trabajo de síntesis con el que sentir aún mucho más interés por la figura de este francés universal.
Tráiler
ANDREY TARKOVSKY. A CINEMA PRAYER (2019, Rusia, Dirección: Andrey A. Tarkovsky, 97 minutos)
Sinopsis
La trayectoria vital y cinematográfica de Andrey Tarkovsky contada por él mismo a través de fotografías, dibujos, entrevistas y secuencias de sus películas contrastadas con momentos de sus rodajes. Una película dirigida por su hijo que nos ofrece, mediante diverso material personal y de archivo, en parte inédito, la faceta más reflexiva de quien, con solo siete largometrajes, figura como uno de los grandes maestros del séptimo arte.
Su verdad: la espiritualidad como fundamento y brújula
Su estructura en ocho capítulos: 1-Radiante día, 2-El debut, 3-La pasión de Andréi, 4-De regreso al hogar, 5-A través del espejo del tiempo, 6-En el laberinto de la Zona, 7-En la fuente de Nostalgia, 8-Al borde del apocalipsis, sirve para puntear la vida de Tarkovsky en sentido cronológico, desde su infancia, marcada por la casi permanente ausencia de su padre, sus comienzos en el cine, pasando por cada una de sus películas, que fueron, a la par que reflejo de huellas personales, una manifestación de su permanente búsqueda de trascendentalidad. Búsqueda que se expresa en el filme en una armónica comunión poética entre las imágenes y la narración en primera persona, como cuando oímos la reflexión sobre los niños como seres que no han perdido la conexión con ese mundo más allá del terrenal y vemos la escena de la tela de araña de “El sueño de Ivan”, o cuando se nos habla del concepto de misterio y se nos muestra la escena de “Andrei Rublev” donde desde una cantimplora se va derramando un líquido lechoso que se esparce como melenas blanquecinas sobre la transparente superficie de un arroyo. La representación de lo inefable desde la alegoría y los símbolos. En ello Tarkovsky fue un maestro. Un maestro que vivió el cine como su medio de acercamiento a Dios y como su vía de expresión de su sentido de la existencia humana. De ahí que en el epílogo titulado “El eterno retorno” (que cierra circularmente la narración), Tarkovsky califique a sus mayores referentes (Bresson, Tolstói, Bach y Leonardo) como unos “locos por Dios, unos lunáticos”, poseídos por un sentido superior. Un sentido que el director del documental logra transmitirnos con el ritmo íntimo de declaraciones, la combinación pausada de imágenes fijas y en movimiento y la música clásica que las acompaña en muchos momentos, como cuando en la parte final, mostrándonos una panorámica a vista de dron de Florencia (hogar de exilio del cineasta), suena “Et Incarnatus est” de Bach; lirismo audiovisual al servicio de uno de los mayores poetas de la historia del cine que vivió su obra como una oración.
La voz y la palabra
Andrey A. Tarkovsky, yendo mucho más allá de los numerosos documentales realizados en torno a su progenitor, construye un bello homenaje a su padre creador accediendo a la fuente directa: el hombre y artista que con su propia voz nos va revelando claves esenciales de su enorme riqueza interior. Una voz que nos parece ahora confesión, ahora cálida alocución, sintiéndonos privilegiados oyentes de los valores que le mueven. Y como regalo extra, algunos de los poemas de Arseny Tarkovsky, el padre casi siempre ausente que admiraba y añoraba el genial cineasta ruso. Palabras de dos generaciones Tarkovsky que se funden en el filme creando una obra enigmática y majestuosa acorde con la figura que homenajea. Junto con los libros “Esculpir en el tiempo” y «Atrapad la vida», una película imprescindible para comprender algunas de las claves del autor de las memorables “Solaris”, “Stalker”, “Nostalgia” y “Sacrificio”.
La concepción de su pensamiento en palabras como estas incluidas en off en el largometraje:
“Un artista se nutre de su infancia para toda la vida. Los rasgos de su infancia determinan la naturaleza de su arte. Para mí fue fundamental el hecho de que mi padre fuera poeta”.
“El arte es el reflejo en el espejo de la más elevada capacidad de creación. Dedicándonos a él imitamos al Creador, en cuanto que somos aquellos que fueron creados a imagen y semejanza de Dios… El arte es el símbolo de lo infinito, un símbolo del mundo en que vivimos… El arte es oración. A través del arte el ser humano expresa esperanza. Todo lo demás no importa”.
“Lo específico del cine es el hecho de que registra y expresa el tiempo. El tiempo es un sentido filosófico, poético… El cine es el único arte que congela literalmente el tiempo. Teóricamente uno puede visionar el mismo rollo eternamente”.
“Dependemos de la naturaleza porque somos el resultado de su evolución… La gran preocupación de nuestro futuro probablemente no sea la guerra, sino la destrucción gradual del nicho ecológico a costa de la existencia humana. Incluso sin guerra nos ahogaremos en esta atmósfera”.
“El sentido de la vida creo que reside en elevar nuestro nivel espiritual a lo largo de nuestra existencia. Solo si conseguimos mejorarla, aunque sea un ápice con respecto a cuando nacemos, nuestra vida no habrá sido en vano”.
Tráiler
Continuará…
Muy interesantes todos. 😘
Sí, si tienes ocasión de verlos más adelante, no te los pierdas 😉 Un beso.
Cómo me gustó ANDREY TARKOVSKY. A CINEMA PRAYER.
Me entraron muchas ganas de adentrarme en su cine del que todavía me quedan muchas películas por descubrir.
Ha sido uno de los documentales que he visto durante el confinamiento y me sorprendió cómo ya abogaba por el cuidado de la naturaleza, anunciando que su destrucción por los humanos solo podía traer desgracias.
También me conmovió no solo su belleza sino que es un verdadero canto de amor de un hijo hacia su padre.
No pude ver el documental sobre Charles Aznavour, pero qué interesante que sea un diario filmado. Cómo se filma uno mismo… Siempre que veo su nombre, a mi cabeza viene La bohème. Y no puedo evitar dejarme llevar por la tristeza y la nostalgia.
Beso
Hildy
Sí, los grandes documentales suelen tener ese efecto: querer ahondar más tras su visionado en aquella historia que nos muestran. El realizado por el hijo de Tarkovsky invita a descubrir o redescubrir la filmografía completa de su padre tras conocer algo más las motivaciones y apuntes reales que latían tras ella. Bebe en su estructura y en parte de sus reflexiones del contenido del libro «Esculpir en el tiempo», todo un referente para entender la concepción del cine como arte, y el arte como ansia de lo ideal.
El documental sobre Aznavour, también impulsado por uno de sus hijos, trasluce la enorme vitalidad de su protagonista, que nunca olvidó sus humildes orígenes, lo que volcó, entre otras, en esa maravillosa canción que citas titulada «La bohème», cuya honda nostalgia destila la película en muchos momentos. Otro filme que incita a escuchar al Aznavour cantante y a profundizar en su faceta como actor, que también aborda el documental mostrando su relación con Truffaut, que le ofreció el protagonista de «Tirad sobre el pianista», y su amistad con Lino Ventura, con quien aparece en el rodaje de «Un taxi para Tobruk».
Un beso.
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