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Ante situaciones críticas, soluciones imaginativas. El Festival de cine de Huesca, en su 48º edición, del 12 al 20 de junio, se ha reinventado y, en su doble compromiso con la industria y el público, ha lanzado su programación en triple fórmula: desde la butaca del hogar a través de su propia plataforma virtual, desde las butacas del Teatro Olimpia (convirtiéndose en el primer festival cinematográfico español que ha vuelto a abrir una sala de cine tras el confinamiento) y desde los vehículos motorizados de cuatro ruedas que acudan al nuevo autocine habilitado al efecto.
Los autocines o drive-in cinema suman el ritual del visionado en pantalla grande fuera de casa con la privacidad y comodidad de contar con tu espacio propio. Una fórmula alternativa para disfrutar del cine que nació en los años 30 del siglo pasado con el auge de la automoción y que en estos tiempos se presenta como una de las más seguras formas de seguir experimentando la cinefilia colectiva.
Tiempo ha pasado desde que el 6 de junio de 1933 pudo verse «Wives Beware» (también titulada «Two white arms«), comedia británica de 1932 dirigida por Fred Niblo y protagonizada por Adolphe Menjou, en un autocine (en origen conocido como drive-in theater) en Camden, Nueva Jersey, publicitándose como el lugar donde toda la familia sería bienvenida.
Si bien nació en Estados Unidos, en España llegó gracias a la iniciativa precisamente de un oscense: José Bello Lasierra, Pepín Bello, que promovió en 1959 el «Motocine Barajas» en Madrid, el segundo en Europa, tras otro en Roma. No tuvo la acogida prevista y solo duró de abril a diciembre, pero quedó como proyecto de modernidad con su gran pantalla curva de 15 metros de altura por 40 de anchura, altavoces disponibles para cada coche con volumen regulable e incluso la posibilidad de escuchar la película en su versión original (pensando, ante todo, en el público extranjero que se desplazase de la base aérea de Torrejón).
Madrid acogió precisamente el último autocine estable inaugurado en España antes del estado de alarma debido al coronavirus, en concreto, en febrero de 2017: Autocine Madrid Race, en cuya reapertura el miércoles 27 de mayo se anunciaba como «posiblemente el lugar más seguro del mundo» para la experiencia cinéfila. «Grease» fue el clásico elegido, con entradas agotadas durante todos los días programados, lo que ha motivado prolongar sus proyecciones.
El madrileño se unía así a los pocos espacios análogos que funcionaban de forma continua y que siguen manteniéndose: en Valencia (Autocine Star, desde 1981), Gijón (Autocine Gijón, desde 1993), Getxo (Autocine Gexto, desde 2014), y dos en la provincia de Alicante, en concreto, en Mutxamel (AutoCine El Sur, desde 1989) y Dénia (Autocine Drive-In, el más antiguo en activo de España, desde 1979, que ha sido el primer espacio cinematográfico que ha reabierto sus puertas, el pasado 14 de mayo).
No ajenos a la crisis de público, en 2017 cerró el autocine existente en Ribadesella, tras apenas un año, y en septiembre de 2019 el Autocine Cantabria de Torrelavega, tras cinco años de vida. Pero parece ser que llegan buenos nuevos tiempos para este negocio, ya que, prácticas puntuales aparte, el pasado día 11 se estrenó el autocine Cinemacar, en Alicante, publicitado como el más grande de Europa, con capacidad para 400 vehículos, 45.000 metros cuadrados de instalaciones (para cine, gastronomía y música), pavimento completamente asfaltado para facilitar la desinfección diaria y, dato importante, una pantalla de 500 metros cuadrados. Se están anunciando también ofertas itinerantes como el Autocine Castilla y el Drive-In de Proyecfilm.
La empresa oscense de espectáculos Sonido 54, con ya amplio bagaje en cine de verano, ha sido la encargada de que podamos disfrutar de esta vía en el Festival de Cine de Huesca a través de su ciclo «Autocine bajo las estrellas».
Cualquier primera vez cuenta con ese punto de pequeña aventura que permite vivirla de forma especial. He aquí, en fotos con breves reseñas, la experiencia del pasado viernes 12 de la sesión inaugural del festival oscense en su autocine para 200 vehículos, que colgó el cartel de entradas agotadas. Todo un éxito.
La explanada del recinto ferial, tras el Palacio de Congresos, lucía así una hora antes de que se abriese al público, a las 21 horas, con su pantalla hinchable dispuesta.
Tras el control de acceso, con lectores digitales de las entradas, los vehículos los íbamos aparcando, de forma alterna, en los espacios marcados con señales verdes en el pavimento, según nos indicaba el personal. Tras ello, no faltaron los encuentros personales y las animadas charlas previas al inicio de la sesión, que se demoró algo más de media hora por el viento, que amenazó con abatir la pantalla hinchable, lo que logró solventarse felizmente.
Muchos, como Ramón, acudieron bien preparados con comida y bebida para acompañar la sesión.
Atardecía y el recinto ya estaba al completo, expectante, máxime cuando nos anunciaron en la gran pantalla que sintonizáramos en el dial de la radio del coche la frecuencia desde la que escucharíamos la proyección.
Rubén Moreno, director del festival, fue el primero en darnos la bienvenida mediante un breve video, seguido de otros dos donde Germán Roda y Pepe Viyuela, director y protagonista del largometraje de la noche, presentaron la película inaugural, estreno mundial: «Marcelino, el mejor payaso del mundo», que en una mezcla de documental y ficción nos narró la asombrosa historia del clown nacido en Jaca en 1873 que triunfó en Londres y Nueva York, siendo admirado por ilustres cómicos como Chaplin y Buster Keaton. Le precedió el cortometraje documental «La chica de la orquesta», otra curiosa historia real sobre la primera mujer baterista, Carmen López, dirigida por Isabel Soria y José Manuel Herraiz
Ni la lluvia que en pequeños momentos cayó durante las dos horas de la sesión deslució la ilusión con la que la seguimos sus asistentes. Personalmente, muy satisfecha de esta nueva oportunidad de ver cine.
Cada persona es un mundo, así que en función de las expectativas y de las circunstancias la misma situación nos llega de un modo u otro. Por eso quise conocer opiniones ajenas. He aquí las impresiones de su primera vez en un autocine de dos espectadores y una espectadora que también acudieron el viernes con sus coches a la sesión inaugural.
¿Qué esperabas de esta experiencia y cómo la has vivido?
Arturo: Como me gusta mucho el cine tenía bastante curiosidad por conocer cómo sería en un autocine. La experiencia ha sido muy positiva y me ha encantado estrenar el Festival de Huesca, al lado de mi casa, en este espacio habilitado para ello. El único inconveniente es que nos ha fallado al principio la radio del coche, al apagarse en modo ahorro por no estar en marcha el vehículo, pero hemos conseguido subsanarlo. Por lo demás, me parece una imaginativa alternativa en estos tiempos de «distanciamiento social”. De todos modos, la experiencia cinematográfica en una sala de cine es mucho más intensa.
Ramón: La experiencia me ha molado mogollón. Quizás no me esperaba que la proyección fuera tan documental y la pantalla me pareció un poco pequeña, pero me lo he pasado muy bien. Lo de comer en el coche y oír el sonido por la radio me ha parecido divertidísimo. Pienso que lo ideal serían películas de duración media, pues tanto tiempo dentro del coche se me ha hecho algo pesado, si bien también es verdad que comenzó la proyección más tarde de lo previsto y en todo ese rato estuve sin salir.
Gosvin: Sentía curiosidad, la verdad. Acostumbrada a ser espectadora en una sala grande oscura (que, por otra parte, se añoran), donde llegas, te sientas y en unos minutos ya estás metida dentro de la película, en cuanto la oscuridad te engulle, absolutamente inmersa en una trama de película, donde ya no ves, ni oyes, ni sientes nada más que lo que la pantalla te lanza, realmente valoro la experiencia como un divertimento, como curiosa alternativa, sobre todo en este momento de necesidad de gestionar de diferentes formas el ocio.
¿Piensas repetir? ¿A quién la recomendarías?
Arturo: Se la recomendaría a cualquiera persona que le guste el cine y que sea curiosa. Es una experiencia diferente de divertimento cinematográfico. Sí que repetiré, de hecho tengo ya entradas para otras sesiones del festival de cine.
Ramón: Si puedo, sí. Se lo recomendaría a los amigos. Algunos sé que se lo pasarían bomba.
Gosvin: Sí, voy a repetir con otras películas que proyectan en el festival que ya he visto antes, puesto que cuando una historia me gusta no me importa repetirla en cualquier formato y lugar. A esta primera proyección han acudido también muchos chavales jóvenes, a los que supongo les picaría la curiosidad, o se han dejado llevar por la imagen de las viejas películas americanas en las que aparecía un autocine… Supongo que todos tenemos muy presente la imagen representada en el cine norteamericano y nos motiva el vivirla desde dentro. Así que recomendaría la experiencia a todo tipo de público. Además, dentro de tu vehículo te sientes absolutamente aislado, con tus cosas.
¿Te gustaría ver alguna película en especial en un autocine?
Arturo: Tengo gustos muy abiertos, así que podría disfrutar de muchos largometrajes en esta modalidad .Quizás películas de diversión de mi infancia y juventud, como las primeras de “La guerra de las galaxias” o las de la saga de Indiana Jones; también algún spaghetti western de Sergio Leone y para ponerme la música a tope dentro del coche: “Billy Elliot”.
Ramón: Cualquier clásico de los años 80-90 sería ideal.
Gosvin: Prefiriendo absolutamente una sala y una gran pantalla donde yo me sumerja, en este formato creo que se disfrutarían especialmente películas de aventuras y musicales. En el autocine me parece más difícil la inmersión total, pero funciona muy bien como diversión diferente.
No hay duda, el autocine ha vuelto con fuerza para quedarse. Al menos por un tiempo. Que ya sabemos que no hay nada para siempre. Como cuando el personaje de John Travolta cantaba «Alone at a drive-in» en «Grease» añorando a su querida Sandy mientras deambulaba por entre los coches que asistían a una proyección (puedes ver la secuencia aquí), momento de desesperación amorosa que terminaría borrado por la explosión lúdica y musical que cerraría el filme en un convencional happy end. Gocemos de las ofertas en autocines mientras perduren, que en tiempos de pandemias aún por resolver o por llegar, el Carpe Diem cobra más significado que nunca. El cine como espectáculo en su vertiente social bien vale dar la bienvenida a esta nueva posibilidad.
Más allá de la situación coyuntural epidémica, los autocines o «drive-in cinema» surgen en una sociedad, la norteamericana, con unos fenómenos de urbanización muy distintos a los nuestros, con un precio del combustible muy barato y en la que se promociona el uso del automóvil para hacer cualquier cosa, con un ideal de varios vehículos, prácticamente uno por persona mayor de 16 años en las «familias de clase media ideal». En el panorama actual no coyuntural, el del cambio climático, el del nefasto uso de los combustibles fósiles, el del consumismo sinsentido, no me parece algo que haya que promocionar. Por mucho que queramos encontrar alternativas para ver nuestro amado cine. Nop. Hay que tener claras las prioridades.
Muchas gracias por tu comentario, Carlos. Desde luego que estamos en presencia de una práctica importada de Estados Unidos, como tantas otras que ya se han integrado en nuestra cultura en tantos otros ámbitos, nos gusten o no.
Para el Festival de cine de Huesca, por los resultados del pasado fin de semana, con tres proyecciones de este tipo que han sido todo un éxito, está suponiendo una apuesta que compensa, aunque solo sea parcialmente, las restricciones de aforo a las que se ven obligados en su sede física principal. Me contaban los entrevistados que así al menos podían coincidir en las proyecciones, verse e intercambiar impresiones. Y ese es el atractivo principal de este negocio, que acostumbra a incluir servicio de restauración como parte principal de sus beneficios: una alternativa de ocio que permite sociabilizarnos. Si bien, como cualquier experiencia, libres somos de probarla o no. Particularmente, la disfruté como algo novedoso y diferente, que siempre resulta enriquecedor conocer otras formas de sentir las cosas, lo que no resta nada mi preferencia por el cine en una gran sala convencional, a la espera de que, por fin, las reabran todas y volvamos a la experiencia inmersiva en ellas, como decía Gosvin. En cualquier caso, que el cine siga atrayendo al público y motivándolo a salir de sus casas y verlo más allá de la innumerable oferta de plataformas digitales, me parece que es una buena noticia.
Ana, qué experiencia más interesante. En tu artículo me he sumergido en una historia. Yo nunca he ido a un autocine, pero me has trasladado totalmente a tan peculiar sesión. Hay experiencias cinematográficas para relatar, diferente a la experiencia en una sala de cine. Los mismos cines de verano (pequeños e improvisados o más grandes y organizados), cine mudo en teatro con conciertos en directo o yo he tenido ocasión hasta de vivir ¡sesiones de cine en pleno desierto… bajo un cielo estrellado y despejado! Y es que el cine puede llegar a proyectarse en todas partes.
Me estoy acordando de cinema paradiso y esa proyección en la fachada de una casa…
Beso
Hildy
Gracias, Hildy, por tu comentario y ese compartir sesiones de cine en espacios diferentes. Entre los míos, una proyección en el interior de un convento renacentista convertido en museo de arte sacro, o en el patio de un castillo del siglo XIV, al atardecer, donde recuerdo disfrutar de «Días del cielo», de Terrence Malick, al amparo de una noche estrellada.
Sin duda, esa proyección que Alfredo regala a sus vecinos sobre una fachada, resulta uno de los momentos más entrañables de «Cinema Paradiso». Largometraje que, por cierto, se anuncia volverá esta semana a la gran pantalla como film de reapertura de muchas salas. Aunque la haya visto varias veces e incluso la tenga en DVD y Blu-ray en sus dos versiones, si en mi ciudad la reponen, allí que estaré, dejándome envolver de nuevo por su magia…
Beso cinéfilo.
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