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Cuando la magia del cine te atrapa, de una forma u otra, transmites sus efectos. Centrándonos en la literatura, le sucede a escritores veteranos, como ya conté por aquí con Carlos Ruiz Zafón y su célebre “La sombra del viento”, y también a los noveles, caso de Marta Iranzo Paricio, que en su primera novela “No estaba entre mis planes amarte”, publicada por la editorial Samarcanda, nos evoca aromas de algunos de los mejores títulos del cine.

Los aniversarios cumplen también una función de evocación, recuperando del pasado hechos que, en muchos casos, nos congratula revivir. De ahí que, como vista atrás estimulante, traiga ahora al blog el recuerdo de la presentación en público de este debut literario, que aconteció el primer lunes del mes de diciembre de 2019, un día 2, fecha de la que parece ahora que nos separa una eternidad… Fue un lunes de gozosa puesta de largo para su autora, en la que tuve el placer de acompañarla y compartir experiencia.

Una imagen que contiene algunos de los elementos claves de la novela y que se barajó para ilustrar su portada. Foto de José Luis Castilla

Novela-Autora Marta Iranzo Paricio-Portada

Foto de la autora y de la portada de su novela

Sala Biblioteca de Aragón-Presentación novela Marta Iranzo Paricio

Plano y contraplano del salón de actos de la Biblioteca de Aragón, cuyo aforo de un centenar de sillas lucía así de repleto en la tarde del 2 de diciembre de 2019

La tarde fría no evitó una muy cálida acogida. Girando el acto en torno a una novela en cuya trama el amor a la literatura ocupa un lugar central, ¿qué mejor espacio que una biblioteca, hogar por antonomasia de los libros? No hay que olvidar que, muy atinadamente, en Egipto se llamaba a las bibliotecas “el tesoro de los remedios del alma”, ya que se estimaba que en los libros se curaba la ignorancia, la más peligrosa de las enfermedades y el origen de todas las demás.

Precisamente de alma y de las emociones más importantes que nos mueven habla el libro de Marta Iranzo, que crea un universo pleno de intimidades donde se entrecruzan una gran variedad de temas. El subtítulo de su portada: «Entre las caras del amor y las aristas de los secretos», sintetiza muy bien su esencia de novela romántica salpicada de sorpresas que me cuidaré de no revelar.

Más allá de su sinopsis oficial (que puedes leer aquí), lo que te captura de un relato es su forma de llevarte de camino por sus páginas. En el caso de «No estaba entre mis planes amarte», una prosa sencilla pero certera, donde el menos es más, con una hondura sentimental y sensorial en la descripción de personajes, situaciones y entornos, que te permite empatizar desde el inicio en el periplo vital de Laura, su protagonista y voz de la historia. Su estructura, con secuencias bien marcadas, alterna con fluidez diferentes niveles temporales, reales y ficticios, que, como en un juego de matrioska, terminarán desvelando una intensa red de relaciones familiares que marcará a sus implicados. Envolviéndolo todo, un tono intimista, introspectivo, donde se va cocinando a fuego lento una gran historia de amor de la que derivan diversas ramas.

Cuando leí la novela por primera vez, he de reconocer que me ganaron ya del todo dos cuestiones de su fondo: por un lado, la inteligente reflexión, que vertebra la trama, sobre la creación literaria como medio de expresión que retrata y que nos retrata. La pulsión por escribir y por leer como necesidad, como vocación que nos trasciende; y como vínculo, o como dice Laura cuando consigue trabajar como transcriptora del consagrado novelista inglés Louis Thompson, al que admira profundamente: «Leer a un autor supone también conectar con él, percibirle» (página 79). Por otro lado, unido al gran carácter gráfico de su texto, la atmósfera cinematográfica que desprende, no en vano la autora se reconoce apasionada del cine y, en particular, del universo del director James Ivory y del actor Anthony Hopkins. De ahí que en la presentación de la novela acordáramos dar un papel relevante, sobre todo, a dos películas que Marta confiesa que, sin premeditación, le influyeron al escribirla. Como dije al principio, si el cine te ha dejado huella, esta la manifestarás, de forma consciente o inconsciente.

Lo que queda del día y Tierras de penumbra

Lo que queda del día” (The remains of the day, James Ivory) y “Tierras de penumbra” (Shadowlands, Richard Attenborough) permiten disfrutar de un programa doble de cine de primer orden. Ambos largometrajes comparten año de realización (1993), a su protagonista masculino, ambientación temporal y espacial (la campiña inglesa de los años 50 del siglo pasado) y sendas historias de amor en su cara y su cruz (por acción y omisión).

«Lo que queda del día» arranca en 1958 y nos trasladará a los años 30 siguiendo los avatares de una mansión aristocrática, Darlington Hall, las vivencias de su perfecto mayordomo Stevens (Anthony Hopkins) y su relación con la nueva ama de llaves señorita Kenton (Emma Thompson). Bajo la batuta del siempre elegante James Ivory, junto a su equipo habitual, la guionista Ruth Prawer Jhabvala y el productor Ismail Merchant, el filme adapta brillantemente la novela homónima, escrita en 1989, del británico de origen japonés y Premio Nobel de Literatura (en 2017) Kazuo Ishiguro, quien reconoció expresamente en la génesis de su texto dos influencias: la balada de Tom Waits «Ruby’s arms«, sobre un soldado que sufre por cómo decide reprimir sus emociones, y el largometraje de Coppola “La conversación” (1974), cuyo personaje encarnado por Gene Hackman sería uno de los modelos del recatado y fiel Stevens. Para quien haya visto la película, entre sus poderosos momentos no podrá olvidar el que usa un libro como vértice entre la pareja protagonista; ejemplar muestra de puesta en escena y contención interpretativa al servicio del meollo de un ser-no ser; y anexo a ello, el valor de los libros, de su capacidad para moldearnos, para conformar nuestra educación sentimental, y lo que cuentan de nosotros en atención a nuestros intereses. Una escena memorable sobre la que debatimos en la presentación.

Mansión-Fotograma de Lo que queda del día-James Ivory

La mansión de «Lo que queda del día», casi una protagonista más, como en la novela de Marta Iranzo

Lo que queda del día-Emma Thompson

El pasado que vuelve, el pasado que impregna los espacios… Emma Thompson rememorada por los pasillos de Darlington Hall

«Tierras de penumbra» se basa en la relación entre el escritor británico C.S. Lewis y la poeta norteamericana Joy Gresham, que terminaron casándose, recogida en el libro del primero titulado “Una pena en observación” (luego convertido en obra de teatro y, posteriormente, en guion cinematográfico). Richard Attenborough demuestra nuevamente su solvencia (tras títulos como “Gandhi”, “Grita libertad” y “Chaplin”) para trasponer a la gran pantalla hechos reales con pleno sabor a verdad. Bordando sus personajes, Anthony Hopkins como el reputado profesor de literatura en Oxford y afamado escritor de la saga “Las crónicas de Narnia” y Debra Winger como la impetuosa escritora gran admiradora suya que irrumpe en su plácida vida. Una intensa historia sobre la fuerza del amor en sus polifacéticas vertientes, sobre el carpe diem y la importancia de arriesgarnos a vivir. Una escena de enseñanza universitaria fue la elegida por Marta como puente entre el largometraje y su libro. Dos fantásticas frases de la película dejo aquí que también condensan muy bien los vínculos entre ambos: “Leemos para saber que no estamos solos”; “El dolor de ahora es parte de la felicidad de entonces. Ese es el trato”.

Resonancias propias fuera de campo

La presentación duró algo más de una hora que se nos quedó cortísima, desgranando en ella su autora el origen del libro, el motivo de su cita inicial de William Shakespeare, cómo fue la gestación de sus 225 páginas divididas en 26 capítulos (con una significación especial para el capítulo 15, del que se extrae el título de la novela) o las razones de sus juegos metaliterarios. Nos faltó tiempo para abordar su trasfondo de corte psicológico sobre la conducta humana, su toque de erotismo o el fino humor que salpica la trama. Pero había que respetar el tramo final para la firma de ejemplares, momento también muy ilusionante en un acto presencial, que resultó todo un éxito, casi agotando las existencias.

Siendo este un blog de cine, no me resistiré a relacionar algunas otras resonancias fílmicas que me provocó la novela de Marta Iranzo, poder que despliega la buena literatura, pues su capacidad de sugestión te provoca ecos en los que proyectarte.

Fruto de esa prosa certera ya mencionada, se deslizan por sus hojas numerosas descripciones gastronómicas, con tal profusión de detalles que se nos hace casi la boca agua deseando probar lo descrito, como sucedía en «El festín de Babette» (adaptación danesa de 1987, dirigida por Gabriel Axel, de un relato de Karen Blixen, la famosa escritora de «Memorias de África»), «Como agua para chocolate» (la célebre adaptación mexicana de 1992 de Alfonso Cuarón del libro homónimo de Laura Esquivel), o más recientemente, en «El cocinero de los últimos deseos» (adaptación japonesa de 2017 de Yojiro Takita de una novela de Keiichi Tanaka), por citar solo tres ejemplos de diferentes nacionalidades donde comprobar que imágenes o palabras, en su mejor expresión, pueden despertarnos un profundo apetito.

En el apartado de localizaciones, una subtrama esencial acontece en Arezzo, preciosa localidad italiana de la Toscana donde también se ambienta el arranque de «La vida es bella» (1997, Roberto Benigni), cuya inicial historia de amor dará paso a una tragedia en clave de fábula. Relación paternofilial, ficción mezclada con realidad, encontrarán paralelismos en la novela y en esta oscarizada película.

Del mismo modo que en el cine surgen secundarios que te llevarías a casa por la cercanía que desprenden, robapantallas en cuanto aparecen, en «No estaba entre mis planes amarte» encontramos uno que nos enamora: la Rafaela, nexo emotivo de Laura con sus raíces en la barriada zaragozana desde la que viaja a Londres, una suerte de ángel y guía imaginario de la protagonista desde la humildad y la honestidad, que se cuela intermitentemente en la trama a través de frecuentes flashbacks. Posiblemente por coincidir con ese nombre de pila, pero también por su gran comicidad y ese aire cercano y bonachón que transmitía en sus papeles, en mi mente emergió la figura de la actriz malagueña Rafaela Aparicio (1906-1996), fácil de identificar como una vecina servicial y afable.

Al igual que cuando nace un bebé practicamos con él la natural tendencia a compararlo entre sus familiares, ello siempre será un intento fútil, pues lo propio es que pueda llevar algo de ellos, pero no dejará de ser alguien único e irrepetible. Así, en la novela de Marta Iranzo, al margen de las influencias declaradas, cada lector/a podrá ampliamente reflejarse en el poliédrico espejo que nos ofrece, pues sirviéndose del poder creador de las palabras, nos permitirá sumergirnos en un universo particular en el que seguro que encontramos elementos en los que reconocernos. No en vano es famosa la cita «la literatura son hábiles mentiras que esconden la verdad».

Finalmente, un salto en el tiempo a diciembre de 2019 gracias a varias imágenes…

Claqueta-Sugerencia regalo-Novela No estaba entre mis planes amarte

El paciente inglés-Poster filme

La novela homónima de Michael Ondaatje en la que se basa el filme británico «El paciente inglés» (1996, Anthony Minghella), también contará con un estratégico papel en «No estaba entre mis planes amarte»

Agradecer nuevamente su presencia a todo el público que nos acompañó aquella tarde y que la convirtió en inolvidable, a la Biblioteca de Aragón su disponibilidad y completo apoyo, a José Luis Castilla Cartiel todas sus fotos (que ilustran este recuerdo-crónica); y en lo más personal, por la confianza depositada en mí, a Marta Iranzo Paricio por la posibilidad de ser parte del «estreno» de su espléndida novela, que ya le ha deparado la oportunidad de formar parte del veterano ciclo anual de la Diputación Provincial de Zaragoza de animación a la lectura, que se ha desarrollado entre octubre-noviembre en las bibliotecas de diversas localidades zaragozanas y que ha contado este año con nombres como los de Irene Vallejo, Sergio del Molino, Ana Alcolea y Fernando Lanana. El próximo 11 de diciembre, a las 17 horas, la autora viajará a la villa de Muel para una nueva charla-coloquio con público en su biblioteca pública (previa inscripción en la misma dado su aforo limitado).

Lo que queda del día-James Ivory-Escena del libroSe dice que el escritor crea y el lector recrea. La escritura de Marta Iranzo Paricio fluye de tal modo que nos resulta fácil imaginarla en fotogramas. Material de primera para una adaptación cinematográfica. En cualquier caso, su sola lectura nos garantizará un viaje pleno de emociones, como los de las películas antes citadas, ideales para volver a ver o, en su caso, descubrir por primera vez, como complemento a la novela. Literatura y cine, cine y literatura, tanto monta, monta tanto, cuando laten fuerte en sus narraciones los sentimientos que nos conmueven.