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«Eso, eso, tú a callar, que eso es lo que nos han enseñado, pero ¿sabes una cosa? Yo ya no pienso callar más ¿Y sabes otra? Que no pienso seguir encerrada aquí, viendo la vida a través de los cristales. Voy a vivirla. Y con quien yo quiera».
Con esta rotundidad declara su paso a la acción, más allá del marco impuesto, Luisa, una de las protagonistas de «De tu ventana a la mía», el largometraje de cierre del ciclo «Mujeres rompiendo cadenas», motivado por el bicentenario del nacimiento de Concepción Arenal, que fue proyectado en el salón de actos de la sede de la Caja Rural de Aragón, antiguo Casino Mercantil de Zaragoza, uno de los más bellos edificios modernistas de España.
Concepción Arenal, Carmen Martín Gaite y Paula Ortiz
En la presentación de la sesión, Lucía Gasca, profesora del CPEPA Concepción Arenal ahora jubilada y socia de la Asociación Sociocultural homónima, nos introdujo en el universo femenino de la película mediante una oportunísima vinculación entre Concepción Arenal, la escritora Carmen Martín Gaite y la cineasta Paula Ortiz.
Buenas tardes,
De nuevo, y ya finalizando este ciclo, acudimos a la llamada de Doña Concha. Para honrar su memoria, seguir aprendiendo de su vida y de su obra. Para no olvidar su implicación en cuestiones sociales y humanitarias, ni cómo denunció las miserias e injusticias que encontraba a su paso, ni su decidida apuesta para que las mujeres progresaran, estudiaran, o accedieran al mundo laboral en igualdad de condiciones y, sobre todo, para que su dignidad de personas y su valía no se cuestionaran. Para recordar que, a pesar de todos los impedimentos y trabas que se le presentaron, fue conquistando, poco a poco, parcelas impensables en esa época para una mujer. Pero como ella, otras han seguido la senda de la lucha por la igualdad y el reconocimiento social.
Hoy quiero acercaros a la figura de Carmen Martín Gaite, nacida en 1925, una de las escritoras más importantes de las letras hispánicas, perteneciente a la generación del 55 o de la posguerra. Y lo hago con un ensayo que ella tituló “Desde la ventana” en el que se pregunta por las posibles peculiaridades del discurso femenino en la creación literaria. El título es un homenaje a todas las mujeres “ventaneras” que en el mundo han sido.
En la literatura clásica española aparece con frecuencia el adjetivo “ventanera”, siempre en femenino, siempre con una carga de censura, tratando de chismosas y livianas a las ventaneras y exaltando el encierro como panacea. ¡A qué si no se iban a asomar a la ventana, si no para cotorrear, seducir y dejarse engatusar por los hombres…! Así las cosas, la ventana era un elemento peligroso, de transgresión, para los “santos varones” como Luis Vives, Fray Luis de León y otros muchos.
No lo han entendido de esta manera Carmen Martín Gaite y Paula Ortiz, que ven la ventana como símbolo de lo fronterizo, limítrofe entre el espacio cerrado y el abierto, entre lo familiar y lo inexplorado. En palabras de Carmen Martín Gaite: “La ventana es el punto de referencia de que dispone la mujer para soñar desde dentro el mundo que bulle fuera, dejándose mecer por los ensueños y las meditaciones que pueden acarrearle la tregua en las tareas domésticas, que tantas veces siente como agobiantes o insatisfactorias, la única brecha por la que puede echar a volar”. Estas dos creadoras de historias han buceado y profundizado en el alma femenina: Martín Gaite, en el de las escritoras: desde Teresa de Jesús, María de Zayas, Josefa Amar y Borbón, Concepción Arenal, Rosalía de Castro, Carmen Laforet y otras muchas a las que estudia en su ensayo; Paula Ortiz, en su película, en el de nuestras abuelas, bisabuelas, tías y demás mujeres que nos precedieron y que nos contaron o a las que leímos.
Mujeres que, como las tres protagonistas de “De tu ventana a la mía” (Violeta, Inés y Luisa), vivieron silenciadas y constreñidas por las cadenas impuestas en un contexto social, cultural y moral de un claro autoritarismo de los hombres y de la Iglesia Católica en unos tiempos de penuria económica. Tres historias de mujeres que, en distintas épocas, en distintas edades de la vida y en distintos paisajes, tuvieron que vivir solas en espacios hostiles y duros. Mujeres a las que les cortaron las alas y, aún así, nunca dejaron de amar, de desear, de soñar, de resistir con dignidad. Mujeres que cayeron y se levantaron, que tuvieron que salvar obstáculos y dificultades: mujeres resilientes que, tras un dolor profundo, fueron capaces de salir al camino, a la calle, cargadas de esperanza para mantener la vida y la libertad. La vida de tres mujeres a las que la cámara se asoma a sus ventanas para registrar el latir de su corazón, sus pasiones, sus ensueños, su estado de ánimo, los objetos que tocan, las cosas que las rodean, las tareas que las ocupan y lo que les preocupa.
Con este bello texto de Lucía de bienvenida al público asistente, se hizo presente la figura de Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925-Madrid, 2000), que tras éxitos como las novelas «Entre visillos» (1957) y «El cuarto de atrás» (1978), publicó en 1987 «Desde la ventana: enfoque femenino de la literatura española», que recoge cuatro conferencias de corte ensayístico que la autora pronunció en la Fundación Juan March, a las que añade un prólogo justificativo y un apéndice en forma de precioso relato breve titulado «De su ventana a la mía». Su contenido y ese gusto por Martín Gaite en sus escritos por las referencias a coser, a componer mediante hilos, en línea con su concepción de la creación literaria como el arte de crear uniendo palabras y con ellas historias, nos lleva sin duda al debut en el largometraje, tras tres cortos previos, de la zaragozana Paula Ortiz, apasionada de la literatura (se licenció en Filología Hispánica) que reconoció a las mujeres, de su familia o entorno o personajes ficticios, que le sirvieron de inspiración en su guion de «De tu ventana a la mía».
En esa vida a nuestro alrededor que se va tejiendo a través de múltiples conexiones, cabe descubrir muchas implicaciones más. Por ejemplo: Martín Gaite explica en el prólogo de «Desde la ventana» que su germen fue la lectura del ensayo «Una habitación propia», de Virginia Woolf, durante su estancia en Nueva York en 1980, y el detonante para su inicio la preparación de un guion televisivo sobre la vida de Teresa de Jesús; Paula Ortiz comenzó el guion de «De tu ventana a la mía» precisamente en Nueva York mientras estudiaba Dirección de Cine y preparaba su tesis doctoral sobre guion cinematográfico, figurando entre los trabajos que lleva actualmente entre manos un largometraje sobre Teresa de Jesús, titulado «Teresa«, encarnando a la protagonista en su edad adulta Blanca Portillo, la actriz a la que vimos como Concepción Arenal en la película de Laura Mañá que abrió nuestro ciclo. ¿No es curioso?
Un coloquio donde continuar ensamblando interrelaciones
Tras la proyección, momento para intercambiar impresiones de un largometraje que cosechó múltiples distinciones desde su estreno en el Festival de Cine de Valladolid de 2011, donde se alzó con el premio Pilar Miró a mejor dirección novel y la mención especial FIPRESCI, obteniendo al año siguiente tres nominaciones a los Premios Goya (mejor dirección novel, mejor actriz de reparto -Maribel Verdú-, mejor canción original «Debajo del limón»), entre otros reconocimientos.
Los carteles del filme, diseñados por Jesús Bosqued, aportan ya valiosa información de su atmósfera, como esta versión para su promoción internacional, con el título «Chrysalis» en directa alusión al joven personaje de Violeta, flor de invernadero amante de las mariposas, así como al proceso de transformación que experimentarán Inés y Luisa en sus respectivas tramas. Otro interesante detalle promocional: su comparación con el cine del estadounidense Terrence Malick.
No en vano recordamos la estética de Malick, sobre todo en «Días del cielo» (Days of heaven, 1978), por la que el español Néstor Almendros consiguió un Oscar a mejor fotografía, tanto en los dorados exteriores veraniegos de la historia amorosa de Inés como en sus composiciones pictóricas de interiores con ecos de Vermeer.
Desde su presentación en los primeros fotogramas, Paula Ortiz traza un sensible retrato de sus protagonistas femeninas, que ven discurrir sus días a pie de ventana, conectadas sus distancias temporales y espaciales por el nexo de sus pérdidas y vulnerabilidades, así como por repetidos motivos visuales, caso de ese hilo de la vida (la rueca de las Moiras) de un ovillo teñido de premonitorio rojo.
Luisa (Luisa Gavasa), Inés (Maribel Verdú), Violeta (Leticia Dolera), tres edades de mujer en tres estaciones durante tres agitadas épocas históricas. Envueltas en tratamientos fotográficos diversos (desde los ocres y grisáceos del entorno urbano de la pesarosa Luisa, a los áureos campos de cosecha o pardos áridos de la vida rural de Inés, pasando por las suaves y cálidas tonalidades de la hiperprotegida existencia de Violeta), las rimas internas en el devenir de los hechos que las envuelven se sucederán en un fluir narrativo ejemplar materializado, entre otros elementos, en una banda sonora que acompaña y subraya sus particulares dramas.
Incluso en las divergencias encontraremos jugosas estampas bifrontes, caso de las primas convivientes interpretadas por Luisa Gavasa y Cristina Rota, que a pesar de tanto que comparten (hasta sílabas en sus nombres en un ingenioso guiño: Luisa-Isabel), terminarán con una actitud bien distinta en su afrontar sus soledades.
La belleza plástica vertebrará también todo el largometraje, tan atento a los detalles del espacio como a los gestos de sus personajes. El sentir y la atmósfera transmitidos en planos de múltiples evocaciones: como el de Isabel como un resignado pájaro en su casa que no siente como jaula, el de Luisa identificándose con un edificio en ruinas, o de los jóvenes amantes con un futuro cuyos caminos se bifurcarán con negros tintes…
El pelo, asociado a la fuerza y también a un rasgo de identidad, y su relación con los espejos, se erigirán en poderosos símbolos en momentos claves para sus protagonistas. A Inés su trenza le será arrebatada como público castigo, a Luisa su prima le ayudará a raparse ante los efectos de la enfermedad, Violeta se cortará su cabellera como doloroso testimonio de su pérdida de inocencia.
Sentirse derrotadas, abatidas, querer desaparecer… Pero a diferencia del destino otorgado por Shakespeare a su Ofelia, Paula Ortiz les ofrecerá otro muy distinto a sus protagonistas, como si de crisálidas se tratasen.
Verse y reconocerse, con los propios ojos, con una nueva mirada, asumiendo con autoestima el presente y el futuro, más allá de ventanas indeseadas, más allá de fronteras impuestas.
“De tu ventana a la mía”, un hermoso poema en imágenes de tres metamorfosis, mujeres rotas que sabrán recomponer sus alas.
Concluimos recordando la canción de 1985 del músico argentino Fito Páez que suena al final de la película en la voz de Carmen París. Una canción que habla de esperanza y de generosidad:
«¿Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.»
Cuanto más desfavorables son los vientos, más se pone a prueba nuestra resiliencia.
Las historias de las mujeres que hemos visto en este ciclo de cine, con Concepción Arenal como introductora, demuestran que esa resiliencia, unida al poder del corazón, es capaz de romper perniciosas cadenas, propias y ajenas. Ojalá que seamos capaces, desde dentro y fuera de nuestras ventanas, de ser también personas rompedoras de cadenas.