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Orphanik, el inventor nacido de la mente de Julio Verne en El castillo de los Cárpatos, como creador de un objeto precursor del cine, no pudo tener mejor entorno para ser recordado que en un espacio donde la herencia de su ingenio audiovisual sería valorada, preservada y difundida: una filmoteca, en particular, la Filmoteca de Zaragoza, donde el pasado 13 de noviembre presentamos la revista de crítica de cine que lleva su nombre.
Recién salido de imprenta su número 6, esta revista anual editada por la Escuela de Escritores de Madrid como colofón a sus cursos de crítica de cine, impartidos por Jordi Costa hasta 2019 y a partir de entonces por Luis E. Parés, nos sirvió de motivo para un rico coloquio sobre el valor de la crítica de cine en la actualidad, lo que nos aporta como espectadores y aquello que podemos aportar como escritores y analistas. El juego de las opiniones sobre el séptimo arte como receptores y como emisores.
Para ello, venidos para la ocasión desde Madrid, contamos con la presencia de Pilar Oncina, Pilar Merino, Fernando Rodríguez Ferrer y Ricardo Flández, en representación del equipo artífice del último número de Orphanik. Dimos también un paseo conjunto por toda la trayectoria de esta revista y concluimos deteniéndonos especialmente en su número 6. ¿Nos acompañas en este flashback a una tarde de cine en todos sus sentidos?
Tras empezar, para crear atmósfera, con una breve pincelada musical vinculada a Alfred Newman, cuya ejemplar carrera como compositor ilustra a la perfección la relevancia de la banda sonora en la historia del cine, tuvimos muy presente el apoyo, otorgado en la distancia, de nuestros maestros en la responsable tarea de analizar el cine con fundamento y criterio propio: Jordi Costa y Luis E. Parés, que no pudieron acompañarnos por estar, el primero, inmerso en Barcelona en la nueva programación del CCCB, donde ejerce actualmente como jefe del departamento de exposiciones; y el segundo, por sus compromisos como nuevo director artístico de la Cineteca Matadero de Madrid y su presencia el sábado 13 en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, de cuyo equipo de programación forma parte.
Tras una primera pregunta al público que nos acompañó sobre cómo acudimos al cine, con informaciones de referencia o libres de cualquier condicionamiento, y la alusión al tópico del crítico como un personaje serio, elitista, juez de veredictos muchas veces alejados de las opiniones del gran público, nuestros cuatro invitados pasaron a compartir cómo conciben la crítica cinematográfica, qué les llevó a ella y quiénes son sus referentes.
Las calificaciones oficiales de las películas, las revistas de cine, el programa de Siskel y Ebert y otros críticos peculiares. Ante todo, la necesidad de encontrar tu estilo.
Pilar Oncina, la más veterana en el curso de crítica de cine de la Escuela de Escritores (alumna desde hace una década, pues cada año el curso varía de contenidos, lo que abre nuevas posibilidades de aprendizaje, práctica y disfrute) y escritora en Orphanik desde su número inaugural en 2016, arrancó el debate recordándonos la época en la que en Televisión Española, desde mediados de los años 60 a los 80 del siglo XX, se regulaban los contenidos emitidos con la calificación de dos rombos (un rombo sugería que el programa era apto solo para mayores de 14 años y dos para mayores de 18), un sistema de ordenación conectado en sus orígenes con el aparato censor y de control : “Quizá esos dos rombos fueron las primeras críticas que la mayoría de padres españoles utilizaron para permitir los visionados de películas en la televisión a sus hijos, y luego, todos se guiaron por los diferentes sistemas de clasificación que se crearon”. Tuvo presente aquí la guía orientativa para el público que rige en nuestro país según el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA) de España, que distingue actualmente entre las películas especialmente recomendadas para la infancia, las aptas para todos los públicos y las no recomendadas para menores de 7, 12, 16 o 18 años. Como comparativa, nos indicó el sistema propio seguido en Estados Unidos, establecido por la Motion Picture Association.
Oncina nos habló de sus primeros referentes escritos a la hora de informarse sobre cine: las revistas Fotogramas o Cinemanía o, mientras vivió fuera de España, Première, Film Comment, la sección de Arte del New York Times, The Hollywood Reporter, Variety… Además, disfrutó mucho durante sus años en Estados Unidos “con el programa de televisión Siskel & Ebert (con Roger Ebert y Gene Siskel, que desde 1975 a 1999 pasó por diferentes formatos y cadenas televisivas), donde estos dos críticos norteamericanos (el primero escribía para el Chicago Tribune y el segundo para el Chicago Sun-Times), a través de un sistema de pulgar hacia arriba o hacia abajo, defendían su opinión casi siempre enfrentada, lo cual ayudaba a contemplar dos puntos de vista muy bien estructurados y argumentados, que te permitían descubrir planteamientos que quizá nunca hubieras imaginado, o no habías advertido realmente. Fueron muy criticados por su visión sensacionalista o del hombre común; personalmente, me divertían mucho”. (Ver aquí el tráiler de un documental realizado sobre la figura de Roger Ebert, titulado Life itself, dirigido en 2014 por Steve James).
Actualmente, Oncina se inclina por la revista española Caimán y por profesionales de la crítica concretos, pues opina que cada persona “tiene que encontrar sus críticos de cabecera, ya sea porque te gusta cómo escriben o porque te identificas”. Considera válida la crítica ejercitada desde la diversidad, ya que el público la lee con gran variedad de intereses, si bien lo que no admite “es ser escrita desde la ignorancia o sin argumentos que la justifiquen”. Recordó cómo Jordi Costa en sus clases les indicaba que “hay que escribir la crítica como si se la estuviéramos leyendo al director; como si el director estuviera frente a nosotros. Defendiendo nuestra postura con educación”. Luis E. Parés, que imparte desde 2019-2020 el curso, “nos indica un esqueleto para montar nuestras críticas: antecedentes, estructura narrativa, puesta en escena y conclusiones. Si bien tu manera de afrontarlas debe ser distinta dependiendo del medio de transmisión, o si se trata de una crítica semanal o de la crónica de un festival. Resumiendo, cada uno tiene que encontrar su estilo, y poner el corazón en lo que hace, como en todo, y eso siempre se transmite. Luego será el lector quien, con esa información, decidirá si entra al cine o no a ver la película”.
Por eso, añadió, “cuenta con tanto valor la formación continuada, para que puedas transmitir con mayor calidad” tus apreciaciones. Como ejemplos de críticos peculiares en su manera de ejercer esta labor, Pilar Oncina aludió a dos concretos, omitiendo deliberadamente el nombre (muy popular) del primero: “lo que nunca deberías hacer es atreverte, como hizo cierto crítico español, a escribirle al lector que si quiere saber algo más del trabajo del director, lo busque en Wikipedia… También tenemos el caso de Óscar Peyrou, escritor y crítico cinematográfico nacido en Buenos Aires, que muchos descubrimos a través del documental En busca del Óscar, dirigido en 2018 por Octavio Guerra (ver aquí su tráiler), que actualmente preside la Asociación Española de la Prensa Cinematográfica (filial de FIPRESCI en Madrid) y es delegado en España de la Federation of Film Critics of Europe and the Mediterranean (Fedeora). Peyrou declara que escribe sus críticas sin ver las películas, solo a partir de su cartel, el reparto o la sonoridad del título”. Más que cuestionable método, sin duda.
Allá películas: maestros, un grito maorí y el arte del kintsugi.
Pilar Merino, la siguiente en veteranía en este curso, colaboradora de Orphanik desde su número 3 (2018), con el gran sentido del humor que la caracteriza, comenzó su primera intervención comentando un sueño reciente relacionado con la Filmoteca de Zaragoza (los fraternales lazos del sueño y del cine) y siguió refiriéndose a sus maestros en la escritura fílmica y a su personal modo de entender la crítica:
«Mi amiga Pilar Oncina se ha referido a los dos rombos; pues bien, en cuanto a personas que han hecho que deviniéramos de cinéfilos en cinéfagos, como diría mi admirado Gregorio Belinchón, crítico de El País, o en cineheridos, según el término que he acuñado yo, como calco a esa otra expresión catalana, lletraferit, que vendría a significar herido por el celuloide en lugar de por las letras, que también hieren lo suyo, yo citaría a Alfonso Sánchez, que narraba lo sucedido en Cannes y otros festivales y se codeaba entre otras con Sofía Loren. Tenía Alfonso Sánchez una voz muy característica, entreverada, entre nasal y gangosa y, desde luego, inconfundible.
En cuanto a mis maestros, o las personas que me han enseñado algo en cuanto a la escritura de la crítica de cine, yo citaría además de a Alfonso Sánchez y al añorado Antonio Gasset, por supuesto a Jordi Costa y a Luis Parés. De ellos he aprendido una especie de grito maorí que paso a reproducir y que sonaría, no se asusten, algo así como: Hu, Hu, no Ha. Sería: humor, humildad y no Hater (me van a perdonar el anglicismo, pero era lo que me quedaba bien para rimar de forma pegadiza y maorí).
La humildad me recuerda sobre todo a una cosa que me sucedió en un momento dado con Jordi Costa; y es que recogí un dato mal en una crítica y empecé a torturarme por ello. Jordi enseguida se apresuró a recordar la cantidad de veces en las cuales algo parecido le había sucedido a él. En este mismo sentido se conduce Luis Parés.»
Merino continuó relatando las dificultades con las que hay que enfrentarse a veces para conseguir acceder a según qué títulos sobre los que se quiere escribir, para poder divulgarlos y darlos a conocer. También resaltó un consejo dado por Jordi Costa en sus clases: «siempre nos dijo que lo más importante al enfrentarnos al folio en blanco era encontrar nuestra propia voz. Eso y tener una frase contundente para empezar el texto y otra del mismo tenor para acabarlo.»
Pilar Merino ilustró su sentir sobre la crítica con una curiosa analogía: «por mi parte, otra poderosa referencia que me acude a la mente cuando se trata de pensar en lo que pienso que representa la crítica es el milenario arte del kintsugi: el arte de pegar con oro. Hace cinco siglos al shogun Yoshimasa se le estropearon dos cuencos de té a los que tenía mucho aprecio y los mandó reparar a China. Cuando finalmente le fueron devueltos, Yoshimasa no apreció el resultado esperado, así que los envió de nuevo, esta vez a artesanos japoneses, que unieron las piezas con barniz espolvoreado de oro. Las piezas no recobraron su forma original, pero adquirieron nueva belleza en virtud de sus doradas cicatrices. Se trataba de unos nuevos y espléndidos objetos que contenían sus modelos primigenios, pero se habían convertido en otra cosa evocando lo que en momento fueron y mostrando belleza en su supuesta imperfección. Así, la crítica debe ser voz y evocación«.
La aventura adictiva de la crítica de cine como enriquecedor ejercicio de análisis.
Fernando Rodríguez Ferrer comenzó la práctica de la crítica de cine en el curso 2019-2020, participando ya en el número 5 de Orphanik. Nos relató cómo su natural vocación literaria le llevó a la Escuela de Escritores en busca de una formación relativa a cuentos o narrativa convencional, si bien terminó recalando en la de crítica de cine, que le ha enganchado porque, «me ha ayudado a entrar en cuestiones que ni me planteaba como aficionado al cine y a formularme muchas más preguntas en la medida en que mi grado de conocimiento sobre él se va agrandando”. No obstante, contaba con un antecedente: “con mis compañeros de la universidad ya formamos un grupo con el que debatíamos de cine en una red social en la que nos intercambiábamos Tweet, de forma que compartíamos impresiones ciñéndonos a textos breves.”
Ricardo Flández, el compañero más reciente en estos cursos, pues se estrenó en el pasado 2020-2021, reconoció que siempre ha sido aficionado al cine pero nunca hasta hace unos años había pasado de ser espectador. No obstante, se decidió a dar un paso más “y tratar de aprender a ver el cine como algo más que un mero entretenimiento. Aprender para saber apreciarlo mucho más, de ahí que contactase con la Escuela de Escritores. Y eso es lo que yo creo que es la crítica para mí, una forma de aprendizaje. El crítico tiene que tratar de ofrecer al espectador algo más que un contarle si le gusta o no le gusta tal o cual película. Debe mostrarle, a través de su mirada, ese detalle, ese plano, ese sonido, que diferencia a la película; tratar que el espectador dialogue con la película y se haga preguntas”. Añadió que a él le aporta “una gran satisfacción el intentar transmitir todo eso, intentar que otras personas vean el cine de otra forma. Leer las críticas de mis compañeros y compañeras me ayuda también a entender mejor el lenguaje cinematográfico y a seguir en este continuo aprendizaje.”
No tanto el qué sino el cómo: el esencial papel de la puesta en escena.
Un apartado especial lo dedicamos al tema que Luis E. Parés convierte en columna vertebral de sus clases: la puesta en escena. Si fundamental resulta el contexto histórico que enmarca la realización de una película, su estética marcará la diferencia sobre cómo la percibimos. Deconstruir los elementos de filmación para valorarlos mejor, reconocer su sentido en el conjunto y poder así articular un discurso analítico coherente sobre nuestras apreciaciones subjetivas.
Mi analogía particular tiene aromas gastronómicos; lo que determina que una película se nos quede en la epidermis o la traspase en mayor o menor medida se debe a cómo están combinados sus diferentes ingredientes, su temperatura y tempo de cocción, su disposición final… La receta de partida puede ser la misma, pero serán las manos de quienes cocinan quienes terminarán ofreciéndonos un plato u otro.
Aquí el debate también fue sustancioso, dada la nada fácil, a menudo, tarea de intentar desentrañar las motivaciones y sentido que mueven a una obra cinematográfica partiendo de sus componentes formales. A veces, sin embargo, el material de origen lo facilita. Caso, por ejemplo, de la obra literaria de Miguel Delibes, que recordó Fernando Rodríguez Ferrer, quien reconoció haber devorado casi todas sus novelas durante su etapa universitaria, considerándolo un autor con «una escritura muy visual, por su estilo sencillo y pleno de imágenes, que permite recrear muy bien en tu mente lo plasmado con palabras. Por eso, a diferencia de muchos otros títulos, las adaptaciones que luego vi en la gran pantalla de historias como El camino (dirigida por Ana Mariscal), Los santos inocentes (trasladada por Mario Camus) o Las ratas, Mi idolatrado hijo Sisí (titulada como largometraje Retrato de familia) o El disputado voto del señor Cayo (las tres dirigidas por Antonio Giménez-Rico), son tal cual me las imaginaba.»
Por su parte, Pilar Merino, respecto a la puesta en escena subrayó cómo «debemos preguntarnos si esta es más o menos rompedora, si los hallazgos técnicos, o elementos más o menos innovadores forman parte de la búsqueda de un estilo de autor personal, si ayudan a que la historia sea más o menos inolvidable y, en general, qué aportan a la película o a la manera de contar la historia. Podría también suceder que alguna película sea más interesante por lo que se cuente que por cómo se narre. Pero lo cautivador es ir descubriendo estas posibles pistas e interpretar el modus operandi del director y cómo éste se ha apoyado en la dirección artística, guion, música, montaje, elenco, para contar su historia de la mejor manera posible. Aparte de encontrar los antecedentes y las fuentes de la historia, hay que pensar en cómo se sitúa esta película en la trayectoria cinematográfica del director y su posición en la historia del cine. Por mi parte, otro mundo muy especial para mí lo constituyen las referencias cruzadas, no solo con otras películas del mismo director u otros directores, sino las alusiones literarias, operísticas, pictóricas, que me puedan sugerir, y el cómo plasmarlas de forma más o menos ingeniosa.»
Orphanik, 2016-2021.
La segunda parte del acto se centró en la revista Orphanik, nacida tras siete años de andadura del curso de crítica de cine (coincidentemente considerado el séptimo arte) dirigido por Jordi Costa, que quiso, con la connivencia de la Escuela de Escritores, contar con una publicación en papel escrita íntegramente por alumnado de la escuela que no siguiera estrictamente la actualidad cinematográfica (aunque contuviera una sección de críticas de algunos de los títulos más relevantes de la temporada), con el fin (según declaraba en su primera editorial) «de convertir sus páginas en un diálogo sin límites entre la memoria del medio, su estimulante presente y un futuro en el que sólo pueden aguardar nuevos desafíos e impensables transformaciones».
Encabezado su número 1, de junio de 2016, por un fragmento de El castillo de los Cárpatos, de Julio Verne, como señalaba Costa, adoptaba el nombre «de uno de los hipotéticos inventores del cine, ese Orphanik que, antes de que Máximo Gorki hablara de un Tren de Sombras y antes de que Jean Cocteau pensara en la muerte trabajando, ya utilizó la imagen en movimiento como instrumento para abolir fronteras entre lo visible y lo intangible». Se optó por un formato de tamaño medio con un estilo en guiño a los fanzines, todo ilustrado interiormente en blanco y negro. Esta cuestión formal motivó uno de los momentos simpáticos de la tarde, cuando Fernando Rodríguez Ferrer nos confesó que, desconocedor de tal look de la revista, no pudo evitar su frustración cuando, tras una laboriosa tarea de búsqueda de fotogramas de Wes Anderson para ilustrar su artículo sobre la filosofía del color en la filmografía de dicho cineasta (incluido en el número 5, de 2020, de Orphanik), descubrió que todas las imágenes seleccionadas aparecían en blanco y negro; su gozo en un pozo…
Seguimos con un repaso rápido a los contenidos de todos los números de Orphanik, con estudios variados sobre autorías y filmografías de nombres consagrados y otras mucho más desconocidas.
Recuerdo especial para el momento de cada curso en que como invitado especial inesperado aparece un director o directora con quien comparte el alumnado sus críticas sobre su último largometraje y, en contrapartida, aquel o aquella explica las motivaciones y secretos tras su gestación. En el número 4, de 2019, se recoge el encuentro propiciado con Pedro Almodóvar, la gran sorpresa de final de curso, coincidiendo con la puesta de largo de su filme Dolor y Gloria, que protagonizó la portada de dicha edición. Pilar Oncina nos contó cómo fue aquella memorable reunión.
Centrándonos en el número 6, correspondiente al pasado curso y recién llegado de imprenta, tuvimos una nueva ronda de intervenciones en la que se habló, brevemente, sobre cómo abordar en una crítica determinadas singularidares fílmicas; partiendo, para ello, de cinco largometrajes analizados en este último Orphanik. Así, por ejemplo, Pilar Oncina relató su completo trabajo de documentación previa para hacer entender mejor la película Una noche en Miami…, que dramatiza una supuesta reunión nocturna entre el boxeador Cassius Clay, el activista Malcolm X, el cantante Sam Cooke y el deportista Jim Brown. Fernando Rodríguez Ferrer nos contó cómo se acercó a analizar Eso que tú me das, la entrevista realizada por Jordi Évole al cantante Pau Donés, gravemente enfermo, en sus últimas semanas de vida.
Ricardo Flández narró su experiencia escribiendo sobre Maridos y mujeres, un clásico de Woody Allen que le encanta especialmente por la veracidad que destila como retrato de las relaciones de pareja. Por su parte, Pilar Merino encarnó el ejemplo de que no siempre caben las loas en las críticas, como demuestra la suya sobre Rifkin’s Festival, el último título de Allen, que no es precisamente un filme santo de su devoción. Personalmente hablé sobre mi análisis de Las niñas, el exitoso debut en el largometraje de Pilar Palomero, mi pequeña aportación en la última Orphanik, revista en la que tengo el gusto de haber colaborado desde su número 2.
Continuamos con un rápido repaso a todos los artículos que componen el número 6 de Orphanik, recordando a los compañeros y compañeras, ausentes en la sesión, coautores de su contenido final.
Aunque ya no daba tiempo para que ambas Pilares, Fernando y Ricardo nos desmenuzaran algo de sus respectivos artículos, sí que nos detuvimos un momento en el protagonista del firmado por Fernando. Antes, un collage de imágenes sirvió para interrogar al público sobre quién se situaba tras las cámaras que las rodaron.
La respuesta era Luis García Berlanga, de quien precisamente el sábado 13 de noviembre se cumplían once años de su fallecimiento en Pozuelo de Alarcón. Y como este 2021 se celebra el centenario de su nacimiento, no faltó el recuerdo de la exposición en torno a su figura ubicada este verano en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando: Berlanguiano. Luis García Berlanga (1921-2021), en la que tuve la ocasión de conocer en persona (tras un año de curso a través de Zoom) a mi compañero Fernando Rodríguez Ferrer, que justamente tituló su artículo Lo berlanguiano en Berlanga, que escribió sin saber que meses después dedicarían al cineasta valenciano una muestra en Madrid bajo dicho nombre.
Con Berlanga cerramos el repaso a los contenidos de Orphanik. Un autor clásico de nuestro cine, como lo son muchos de los títulos que están en la programación próxima de la Filmoteca de Zaragoza, a la que invitamos a asistir consultándola en su web. Una filmoteca, recordemos una vez más, que este 2021 ha cumplido nada menos que cuatro décadas de existencia, organizándose en el venidero año una exposición que lo conmemore.
Y si comenzamos con una sintonía icónica del cine, concluimos con el himno cinéfilo de Luis Eduardo Aute, en tributo a su marcha el año pasado.
Solo me queda agradecer nuevamente la oportunidad concedida por la Filmoteca de Zaragoza para desarrollar en ella esta presentación; con especial mención a Toña Estévez, su directora, por todo su apoyo, y a Juan Pons por su completo buen hacer al mando técnico. Asimismo, mención especial para Sergio Guiral, dueño de La Ventana Indiscreta, por su colaboración en la venta de las revistas (ejemplares de los 6 números siguen disponibles en la sede de su tienda). Sin olvidar las fotos del acto que debemos a la implicación de Elena, y, por supuesto, la cálida acogida de todo el público asistente, que nos acompañó hasta el final de los casi noventa minutos que duró el acto.
Después de la presentación, tocó celebrar la cinefilia que nos había unido, pero eso forma ya parte del argumento de otra película…

La filmoteca como hogar y refugio del cine. La Filmoteca de Zaragoza como marco de lujo para la presentación de Orphanik. Precisamente su último número introduce una sección nueva dedicada a analizar títulos clásicos del cine; y como imagen de cabecera, un fotograma de la película Arrebato en la que aparece junto a Eusebio Poncela el recientemente fallecido Antonio Gasset.
Muchísimas gracias, Ana, por vuestra invitación a la maravillosa Filmoteca de Zaragoza, por el magnífico trabajo de anfitriona y moderadora que realizaste, y por una tarde exquisita compartida con buenos amigos, hablando de lo que más nos gusta: el cine. Y muchas gracias, por supuesto, también por el extraordinario artículo que nos has regalado, que nos permitirá recordaros con mucho cariño. Será muy difícil olvidar tanta generosidad. Un fuerte abrazo.
Muchas gracias a ti, Pilar, por desplazarte desde Madrid para la ocasión. El acto fue un trabajo en equipo del que aún me están llegando felicitaciones de quienes asistieron 🙂 Creo que conseguimos transmitir bien que la crítica no es una labor a contracorriente de las valoraciones del público (quienes la ejercemos también lo somos) y que, como cualquier actividad, requiere de formación y criterio para practicarla con responsabilidad.
¡Un gran abrazo de cine!
Felicidades por un número más de la revista y la presentación de la misma en Zaragoza.
Tener un referente crítico resulta enriquecedor para todo aficionado e iniciado en el cine; invita, nos permite poner en perspectiva nuestras impresiones y anima a compartir distintas visiones de este completo arte.
Un gran abrazo que extiendo a todos.
Muchas gracias, Pimontes. Como dices, intercambiar puntos de vista y apreciar nuestras impresiones desde cierta perspectiva, nos enriquece en cuanto que nos permite ver el cine desde otras ópticas. Una forma también de profundizar en cada película, pues, del mismo modo que un segundo visionado nos abre la puerta a muchos más detalles de forma y fondo, leer análisis o estudios sobre ella nos puede aportar valiosos descubrimientos o interesantes reinterpretaciones.
Un abrazo grande para ti también.
Pero qué pasada de evento y de acontecimiento, además de una revista a la que tengo especial cariño. ¡Cómo me alegra un número más y que se haga una presentación con tanto amor al cine!
Enhorabuena.
Beso
Hildy
Sí, desde El blog de Hildy Johnson, tú fuiste la primera que escribiste una completa reseña sobre el número 1 de Orphanik, el 1 de agosto de 2016. Un lustro ya, seis números que han visto la luz y mucho, mucho amor al cine vertido en sus páginas. Por eso en la Filmoteca de Zaragoza quisimos celebrarlo como se merecía con un acto rebosante de cinefilia: recordando la trayectoria recorrida por la revista, su nuevo número y lo que representaba para nosotros cinco el ejercicio de la crítica desde nuestro íntimo vínculo con el cine.
Muchas gracias por pasarte nuevamente por aquí, Hildy, y un gran abrazo de película 🙂