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Las palabras son puentes y, a veces, también límites; etiquetas plenas de capas de significados según su receptor y emisor. Por eso, en el caso de Víctor Viruta lo mejor es presentarlo según sus propios términos: Cantautore AnarkoTransFeminista del Extrarradio de La Galaxia.

La música le ha acompañado desde su adolescencia, cuando comenzó a crear canciones con un gran componente autobiográfico. Le ha servido también como práctica de su activismo LGTBI. Su inquietud creativa le ha llevado por polifacéticas vías. En 2020 dio el salto a un papel protagónico en el cine rodando “(A)Normal”, cuarto cortometraje de ficción del periodista, director y guionista Miguel Parra.

En la pasada edición de Zinentiendo fue invitado para presentar este corto, proyectado en la Filmoteca de Zaragoza ante un aforo casi completo. Fue un placer visionarlo allí y luego compartir una enriquecedora charla.

Sobre «(A)Normal»

Intenso. Vertiginoso. Discusión en tránsito sobre un tránsito. Miedo y vergüenza. Desnudez. Vulnerabilidad. Prejuicios. Lastre u opacidad mental. Rabia interior fóbica. Violencia. Espejos que reflejan mensajes inconscientes. Dilema. Duelo exterior e interior. Valentía final para expresarte abiertamente, para liberarte y ser tú de verdad. Revelación. Sangre. Atardecer. Un final inesperado que es una continuación.

Esta sería mi particular síntesis, en modo telegráfico, de una trama, condensada en trece minutos, de la que cuanto menos se conozca, mejor. Pues toda sinopsis ya condiciona nuestra percepción. Así que en la entrevista intentamos no desvelar lo más esencial de su historia.

Más allá de la sinopsis oficial de «(A)Normal», como protagonista, ¿cómo describirías tú el corto sin hacer spoiler?

Diría que son los desasosiegos de un hombre que quiere encajar, no resultándole fácil, avergonzándose de sí mismo y con miedo a perder lo que tiene (su trabajo, la vida que le espera). Se supone que lleva ya un tiempo de transición junto a su mujer, pero sigue lleno de miedos. En el final se trata de vencerlos y de reconocerse a sí mismo como es.

El origen del corto fue una anécdota del propio director, Miguel Parra, vivida en su gimnasio, respecto a alguien que hablaba de lo normal o anormal en el vestuario.

Sí, partió de su experiencia de coincidir con alguien en el vestuario al que le molestaba la libertad ajena, cuando la esencia de este espacio es cambiarte de ropa y estar desnudo en algún momento. Este señoro no dejaba de protestar porque consideraba que “no tenían que estar allí todos así viéndose sus mierdas”. A Miguel le pareció que, en cualquier caso, “todas esas mierdas eran iguales”, y recordó cuando en tiempos en Franco los gimnasios contaban todos con cabinas individuales porque cualquier tipo de desnudez se consideraba impúdica. Y entonces se le ocurrió pensar cómo lo viviría una persona trans. Lo que convirtió en el guion del corto.

Cuéntanos cómo fue implicarte con Miguel Parra en su proyecto de cortometraje.  

Miguel ya conocía a parte del equipo de otros trabajos anteriores suyos. Le faltaba el personaje trans y no quería a alguien que no lo fuera, recurriendo al montaje. Buscó en agencias. Contactó primero con Zack Gómez, actor profesional trans, pero estaba ya comprometido laboralmente en esas fechas. Así fue como terminó llamándome a mí y presentándome el proyecto. Aprovechó para consultarnos a ambos sobre el guion, sobre su credibilidad desde nuestra experiencia. También me preguntó si no me daba miedo alguna de las partes más intensas y le respondí que no.

Así que no tuviste dudas sobre la historia ya desde el inicio.

En absoluto. Me encantó. En mis espectáculos musicales estoy acostumbrado a poner el cuerpo y el alma. Y en el guion estaba todo completamente justificado. No había ni una coma gratuita.

Veo que te enamoró el proyecto.

Sin duda. Además, era un desafío pequeñito. Si ahora me dices, ¿quieres dedicarte medio año a prepararte un largometraje con unos textos complicadísimos? Pues posiblemente te contesto que no sé si voy a dar de sí para tanto. Pero en este caso se trataba de un cortometraje en el que, además, mi texto no era mucho, con lo que no me daba tanto miedo equivocarme. Y en el equipo la gente no pudo ser más amable y bonica. Me trataron y cuidaron muy bien. Así que sí, no me dio nada de miedo lanzarme a ello.

El rodaje tuvo lugar en 2020, inmersos en el primer año del coronavirus que cambió nuestras vidas.

Sí, en noviembre de 2020, en plena segunda ola. De hecho hubo una persona del equipo que el mismo día de empezar el rodaje dio positivo y el director tuvo que recomponer el plan para seguir adelante. Suerte que solo tuvimos esa baja.

¿Cómo fue ese plan de rodaje? ¿Grabasteis, como se ve secuencialmente, primero los exteriores y luego los interiores?

No, fue al revés. Primero fueron los interiores y luego los exteriores, pues estábamos en noviembre y el tiempo era inestable, con amenazas de lluvia. La zona de vestuarios del gimnasio no era tal, sino una sala de spinning vacía, dentro del polideportivo municipal San Blas de Madrid, adaptada con el mobiliario de las taquillas. El área de lavabos sí que era real, contigua a esa sala de spinning. Y la cancha de baloncesto también formaba parte del polideportivo, grabándose con un dron los planos aéreos.

Como anécdota: había una máquina de humo para dar ambiente de vapor en el vestuario y, cada dos por tres, hacía saltar la alarma contra incendios y había que salir corriendo a apagarla en la otra punta de donde estábamos, saboteándonos el rodaje.

¿Cuánto duró ese rodaje?

Fueron tres jornadas de trabajo. Dos de interiores y una de exteriores. El inicio en el puente fue una mañana, que empezó a lloviznar y nos hizo temer lo peor; pero pudimos grabar la secuencia final esa misma tarde, con esa luz dorada que quería Miguel Parra.

Sí, porque aparenta que todo transcurre en un mismo día, con el simbolismo de arranque de un puente como elemento de tránsito. Ya que puedes quedarte con la narrativa en una primera impresión pero luego puedes rastrear muchas capas subterráneas en la suma de todos los planos.

Y eso que no hubo tiempo para hacer todo el acting que nos hubiera gustado. De ahí que queden algunas cosillas colganderas, como el sujetador que deja mi pareja en la papelera en el arranque, que se sobrevuela en el corto y en el guion previo cuenta con más sentido, porque ella, mientras camina, se va aflojando cosas, como si se hubiera tenido que sobrevestir para un acto formal y luego se liberase de ellas. Como sucede en muchos casos, en aras de no restar carga dramática al conjunto, finalmente aparece brevemente durante la conversación.

¿Aportaste algo en el rodaje que no figuraba en el guion?

El guion estaba ya muy bien como estaba. Miguel Parra, tras escribirlo, como he contado antes, nos consultó a Zack y a mí. Y si bien estaba cerrado, en el acting sí que nos dejó introducir algún detallito. Yo, por ejemplo, me saqué de la manga, en una toma hecha mal adrede como broma, el momento en que digo “ahí van mis mierdas”. A Miguel le encantó y me dijo de repetirla, ya en serio.

Las frases que aparecen (en la cartelería de la calle, en el espejo) resultan oportunísimas en la trama. ¿Son como una proyección de la mente de tu personaje?

Las frases podríamos decir que son como ideas (“Eres como te ven”, en el espejo) o mensajes que le va lanzando la vida. Como “El partido continúa”, al final, advirtiéndole que ahí no acaba todo.

Parte de la secuencia donde los personajes coinciden en el vestuario es vertiginosa. Un clímax narrativo casi imposible de seguir en un primer visionado, condensando muchísimo en muy poco tiempo. Una gran labor de montaje y de duelo interpretativo, donde se revelan diversas masculinidades.

Sí, al personaje de Juan (Eduardo Ferrés) toda la información que le llega no la recibe. Se ve preso de su propia manera de ser.

Respecto a mi personaje, uniéndolo al inicio, el director quiso dar mucha importancia a la clase de Body Combat, porque Leo quiere alcanzar una masculinidad que le haga pasar desapercibido totalmente, de ahí que pasen por su mente cosas “de hombres”, como el boxeo.

El corto suma a su carácter inclusivo el abordar también el tema de la diversidad funcional.

El director quería que hubiera diversas realidades para los pocos personajes que hay.

Es que incluso en el momento de duda, entre todas las imágenes que se suceden en la mente de tu personaje, hay una en flashback en la que vemos un charco en el suelo con la señal de aparcamiento para personas con discapacidad.

Sí, todo estaba exactamente buscado por el director con su director de fotografía, Aritz Bilbao. No está desperdiciado ni un solo plano.

¿Cómo fueron las primeras reacciones del público en las iniciales puestas en común del corto?

El preestreno se hizo en los Cines Embajadores de Madrid, donde hubo un pase para el equipo y allegados. Cierto que era nuestra gente, pero nos rogó que se lo proyectásemos por segunda vez y, finalmente, se pasó tres veces consecutivas. Luego, en la presentación con público del todo desconocido, el recibimiento fue también muy bueno, así que ya constatamos que el corto gustaba. Había gente que me preguntaba si lo había pasado mal, porque salgo muy serio y quien me conoce sabe de mi humor, pero es que el personaje es un tío muy serio que, además, está asustado. 

El corto ya ha obtenido numerosos reconocimientos nacionales e internacionales. Entre ellos, varios por tu papel: en 2021, ex aequo con Rubén Frías, recibisteis el premio a la mejor interpretación en el International Shorts Film Festival (ISFF) de Melbourne, Australia; en 2022, el premio Astarté al mejor actor en la 5ª Edición del Festival de Cine de Ibiza Ibicine.

Sí, una gran alegría. El de Australia no pudimos ir a recogerlo por la distancia. En el de Ibiza participamos en la gala de nominados pero no pude asistir a la de entrega.

Experiencias audiovisuales previas

De todos modos, aparte de tus tablas como músico y cantante, y de tus videoclips, ya habías intervenido en varios documentales testimoniales, como “El sexo sentido”, una producción de RTVE que abordaba el tema de la transexualidad en menores de edad, donde sonaba tu canción “Peras y manzanas”.

Sí, “Peras y manzanas” aparecía al final de ese documental, que supuso mi primera colaboración. Acudí a TVE para grabar y me dio el paso para la siguiente colaboración: el documental “Vida en trans”, donde intervine hablando de mi historia personal.

Luego vino, en 2021, “Una Navidad con Samantha Hudson”, donde aparecías como policía.

Atresmedia fue quien grabó ese especial, producido por Los Javis y dirigido por Alejandro Marín. Querían contar solo con gente trans y travesti. Tras “La Veneno”, ese bello récord de Los Javis donde lograron la mayor inmersión de gente trans en una serie televisiva en castellano, querían repetir la experiencia. Y nos llamaron precisamente a Zack Gómez y a mí como dos masculinidades trans encarnando a una pareja de policías. Policías que terminaban pegando a las travestis, todas altísimas, desde abajo, como podían, al ser ellos más bajitos, con lo que quedaba todo como muy hilarante.

Se trataba de una ficción de comedia, como especial navideño, contando el periplo de Samantha Hudson intentando llegar en coche al programa televisivo de Navidad que tiene que presentar, pasándole de todo en ese camino. La historia es que mientras que todas las travestis están harapientas en la puerta de un bar intentando impedir que lo cierren, Samantha las desprecia al haberse convertido en una divina inaccesible. De ahí que, como en el cuento de Dickens, se le aparezcan sendos fantasmas del pasado, del presente y del futuro. Lo que da juego para una narración bizarra plena de cameos.

Una trama delirante por la que aparecen Anabel Alonso, Pepe Viyuela, Arturo Valls, Amaia Romero, Supremme de Luxe, Psicosis Gonsales, Pupi Poisson, La Prohibida, Paco Clavel, Manuela Trasobares, Yurena, Susanna Griso…

Así es. Quien menos te lo esperas, aparece por una esquina. Como te imaginarás, me hizo una ilusión tremenda poder participar en ella.

¿Cómo valoras esas experiencias?

He descubierto que los rodajes me encantan. Hablo con mis amistades que se dedican a la interpretación y algunas me dicen que el rodaje en sí no es la parte que más les gusta; que prefieren el momento de disfrutar el resultado en el cine. Quizás les suceda como a mí, que soy compositor y cantante y, realmente, no me gusta componer. El momento de construir una canción me hace sufrir y lo paso regular. Me gusta más, cuando está ya terminada, interpretarla y compartirla con el público, pero la fase de creación he de reconocer que no me gusta, como les puede gustar a otros autores. Y no pasa nada. Sin embargo, rodar me encanta; a pesar de las muchas esperas, de que luego tienes que entrar de repente sin sentirte entonado, me parece un proceso bello porque me encantan los entresijos de todo. Yo voy al dentista y le pregunto: ¿este aparato para qué sirve? ¿y ese cable de allí? Y vas aprendiendo. Me gusta mucho el mundo audiovisual. De hecho, quería haber estudiado Comunicación Audiovisual, pero acabé en formación profesional estudiando peluquería, ya ves. Del audiovisual me gustan las mesas de sonido, las cámaras, todo el tema técnico. Cuando no estaba en acción en el corto me entretenía, en lugar de estar perdiendo el tiempo con las redes, olisqueando por ahí y preguntando a todo el mundo del equipo.

Así que igual, de aquí a un tiempo, te vemos en otros menesteres cinematográficos…

¡Ojalá! La dirección escénica, por ejemplo, me encanta. Tuve experiencia con ella a nivel amateur en grupos de instituto y la disfruté muchísimo, porque era como componer un cuadro. Me parecía algo muy plástico y muy bonito.

La verdad es que, siendo el cine el arte más colectivo de todos, cuentas con muchas posibilidades para desarrollar tu creatividad.

Es que en el cine todo mola. Y la cantidad de gente que debe trabajar en él en armonía, no haciendo todo al mismo tiempo, porque en el cine no es así, pero deben colaborar en armonía absoluta para que algo salga medio decente.

Centrándonos de nuevo en “(A)Normal”, como experiencia ya de personaje protagónico ¿qué es lo que más te sorprendió?

Precisamente el proceso de fabricación. Salvando la postproducción, es de las pocas veces que he podido asistir a todo ese proceso, que me parece fascinante. Posiblemente a alguien que lleve mucho tiempo ya no le atrape, pero para mí todo era novedoso. Me pasó también en TVE cuando rodé “Vida en trans”, que conté que me encantaban los platós y el realizador me llevó por todos los estudios, y yo con los ojos como platos como un niño pequeño.

En el rodaje de “(A)Normal” me empapaba de todo. Me sorprendió mucho, por ejemplo, el trabajo del script: alguien que se ocupa exclusivamente de la labor de la continuidad; de que tu corbata, por ejemplo, esté siempre en la misma posición. Solo hace eso, pero es que si alguien no se encargase de ello, la credibilidad se perdería.

Música y canciones, como la compuesta para «(A)Normal»

Entre tus canciones más populares figura “Normal es un programa de mi lavadora”, que juega precisamente con ese concepto tan plagado de subjetividad como es el de normalidad.

Sí, cuánta felicidad me ha dado esa canción. Era un eslogan de manifestación feminista y LGTBI que a mí me hacía mucha gracia y en la canción le di carrete.

Quién me iba a decir que, años después de crearla, iba a protagonizar un corto titulado “(A)Normal”. Pero es que la palabra normal, por su reduccionismo, es la palabra más castrante de nuestro vocabulario. No hay nada que sea normal per se. Sin embargo, muchísima gente cree que es normal. Por eso es un concepto con el que siempre me ha gustado jugar, no porque me sienta especial ni diferente. Prefiero sustituir la palabra normal por común, corriente, habitual, con menos connotaciones. Huyo del término normal como de la peste. A veces me ha pasado que he pedido una cerveza con limón y otra sin limón, y quien me atiende me pregunta con cara rara: “entonces, una cerveza normal, ¿no?”. Y yo le insisto: “una cerveza, tal cual, por favor”. Mis amigas entonces se mondan porque estoy serpenteando para evitar el adjetivo normal, porque me da rabia. A veces la gente me entiende y otras, no (risas).

Cuando presento en los conciertos la canción “Normal es un programa de mi lavadora” cuento que la escribí en primera persona del marciano, imaginándome que era un marciano que bajaba a la Tierra, de forma que, dependiendo a quién preguntaba qué era lo normal, obtenía una respuesta u otra. En la letra trato de contrastar que lo que a la gente le parece normal a mí me parece extrañísimo, y lo que a mí me parece normal a la gente le resulta rarísimo. Un juego de palabras.

Defines tu música como un estilo entre los márgenes y la pedagogía.

En mis canciones trato de decir muchas cosas. Adolezco de meterles demasiada letra, tanta que, cuando las concluyo y las voy a cantar, a veces me doy cuenta de que no me he dejado aire ni silencios, ¡casi ni espacio para respirar! Porque mis canciones son vivenciales. Tienen target: son para gente feminista y gente LGTBI. No escribo pensando en el resto, pero si les gustan, bien también. Con mis canciones trato de mostrar mi realidad, a veces de forma amable, otras más cruda, pero todas contienen un sentido divulgativo y didáctico. No son solo para entretener.

Lo que te convierte, sin duda, en cantautor comprometido. Y ello me vuelve a llevar al corto “(A)Normal”. El tema musical “Cuerpos en rebeldía” que suena en sus créditos finales, ¿lo tenías ya compuesto o lo creaste específicamente para él?

Miguel, el director, contaba con un compositor de cabecera, Lisandro Rodríguez, con el que había colaborado anteriormente, al que le encargó la banda sonora. Le iba a encargar también la música de los créditos de cierre pero se le ocurrió preguntarme si sería capaz de crear un tema de minuto y medio. Yo tenía una canción bastante larga compuesta para el coro Voces LGTB de Madrid, del que formo parte, sobre el tema de las identidades no binarias titulada “Dos espíritus”, en referencia a las tribus nativas americanas que reconocían varios géneros; en origen la escribí con muchísima letra para irme quedando después con la que más me interesaba. Con parte de esa letra y con otra que creé en conexión directa con la trama del corto, terminó naciendo el tema “Cuerpos en rebeldía”.

Desde luego, un tema muy potente en su mensaje. Un tema para degustar en ese momento de los créditos finales que mucha gente no aprecia porque se levanta y se va de la sala o corta la proyección si ve la película en su casa. Siempre reivindico ese momento, no solo porque es una cuestión de respeto y reconocimiento a toda la gente que aparece en ellos y que ha contribuido al resultado final del trabajo, también por lo que supone de instante de transición personal entre la historia vista y tu retorno a tu propia historia. Como cuando te despiertas y te dedicas un tiempo a volver a tu consciencia. Y si, además, tienes una canción estupenda de fondo, ¿qué más quieres?

Efectivamente, yo también soy de los que me quedo hasta el final en el cine, con la sala ya casi vacía. Como siempre me ha interesado mucho la música y los derechos de autor de los temas musicales aparecen al final del todo,  recuerdo que desde siempre he visto los créditos enteritos. Aprendía también mucho: ¿un gaffer, un best boy; quiénes son esos? Y buscaba lo que hacían. Todo como parte de mi gran curiosidad.

El mantener el interés forma parte de ese sentirnos personas vivas…

Sin ninguna duda.

Cinefilia

Aprovechando tu gran cinefilia, unas preguntas en torno a ella. ¿Tus referentes en el cine o películas que te han calado especialmente han sido…?

La verdad es que muchas me han calado por razones muy distintas. Creo que la primera fue “Terminator 2” por sus efectos especiales, que es un tema que me fascina. Es que, ya ves, me gusta todo… Las películas de fantasía y ciencia ficción no me atraían demasiado, pero los efectos especiales sí. A partir de los 90 todo lo que veía me cambiaba la vida, como, por ejemplo, “El silencio de los corderos”. Y prácticamente toda la filmografía de Pedro Almodóvar, cuya imaginería, tratamiento del color, guiones, me parecen maravillosos.

Y como referente interpretativo, José Sacristán. Porque tiene una voz que te parte en dos, porque tiene muchísimos registros, porque empezó en comedia, porque era el feíto en blanco y negro, porque se atrevió con papeles LGTBI cuando no se atrevía nadie. En definitiva, porque como actor es increíble.

¿Algún título de cine LGTBIQ que reseñarías?

Pues no diría ninguno, porque no me termina de convencer del todo ninguno. Casi nunca me parecen realistas. Me parecen más creíbles las series que están saliendo ahora que incluso las películas más recientes. Yo lo que más desarrollé fue cultura cinematográfica lésbica, pero no me convenció en absoluto el tratamiento de los personajes, ni cómo se trataban entre ellas ni nada de nada. Todo era trágico.

¿Y series ya clásicas como “The L Word”?

Sí, esa serie me entusiasmó. Hacíamos reuniones en casa con las amigas, cada una identificándose con un personaje. La serie introdujo el primer personaje trans que yo vi en televisión, Max, que transitaba durante sus episodios. Solo que lo interpretaba una actriz, que era lo que entonces sucedía; eran otros tiempos.

Has nombrado a José Sacristán como tu gran referente interpretativo. ¿Y con quién o quiénes te gustaría trabajar en el cine?

Por ejemplo, con Alejandro Amenábar, que me han contado que es muy comunicativo con su equipo. Porque es un director genial y porque me gusta trabajar con gente LGTB.

Acompañando en Zinentiendo a la proyección de tu corto, hemos podido ver el documental “Instructions for survival”, dirigido por la cineasta georgiana Yana Ugrekhelidze, que aborda las dificultades de un joven transexual que reside en Georgia y que convive con su novia, la cual finalmente acepta ser madre de alquiler para poder sobrevivir juntos. ¿Qué te ha parecido?

Me ha atravesado. Los documentales de temática trans de otros países me hacen pensar que aquí estamos mucho mejor que en ellos. Pero verlo de una manera tan gráfica como en este documental: ver que ser trans está prohibido y penado por la ley, de forma que la única solución que te queda es salir del país e intentar vivir en otro lugar que no es tu tierra, sin tu idioma, sin tu arraigo, me pone los pelos de punta. O pensar en gente de otra época. Vivir la transexualidad en 1902, por ejemplo, como Elisa y Marcela.

Vinculando las redes al cine, no quiero dejar de preguntarte sobre el nombre de tu Facebook: Víctor O Viruta, que entiendo es un guiño evidente al maravilloso largometraje de 1982 de Blake Edwards “¿Víctor o Victoria?”, protagonizado por Julie Andrews, que se alzó por ese papel con el Globo de Oro por su interpretación como mejor actriz de musical o comedia.

Julie Andrews es una de mis personas favoritas del mundo. Detrás de mi madre, es la mujer que más quiero en el mundo. Tiene ahora 86 años. Cómo cantaba, qué personajes más encantadores, vaya trayectoria vital… Y “¿Víctor o Victoria?”, en particular, es una locura maravillosa: una mujer que se disfraza de hombre que se disfraza de mujer. Es delirante. Y me parecía muy cercana a mi experiencia. Por eso el nombre de mi Facebook es un claro homenaje a la película.

Curiosamente, en la gala de Globos de Oro de ese año, 1982, competían en varias categorías “¿Víctor o Victoria?” y “Tootsie.

¡Vaya póker de ases! Tanto en “¿Víctor o Victoria?” como en “Tootsie” coincidía el mundo del espectáculo. Sus protagonistas, en cierta manera, eran precursores de las Drag Queens, porque se travestían para hacer un show.

¿Crees que ahora se rodarían de forma mucho más atrevida que entonces?    

“¿Víctor o Victoria?” la he visto muchísimas veces y casi todos sus diálogos encajan perfectamente en nuestros días. Toddy, el personaje gay encarnado por Robert Preston, está muy bien traído y es muy gracioso. Y King Marchand, el gánster que interpreta James Garner, también resulta muy hilarante en su enamoramiento, en la confusión que siente por sus sentimientos hacia Víctor/Victoria. Me enloquece esa película.

Me recuerda esto al final de “Con faldas y a lo loco”…

Qué genial final. Qué grande Billy Wilder.

Como curiosidad, ya que “¿Víctor o Victoria?”, de Blake Edwards, es uno de tus largometrajes favoritos, comentar que es un remake de un filme alemán de 1957, a su vez, nueva versión de una película alemana de la UFA de 1933.

Claro, es que en la Alemania de los años 30 había mucho rollo de cabaret y travestismo. Tiene pleno sentido.

Y siguiendo con las conexiones con el largometraje de Blake Edwards, posteriormente, en 1975, en Argentina, se estrenó una nueva versión, bastante libre, cuyo título original era “Mi novia el travesti”, pero que con la censura se quedó en “Mi novia el…”. Iba a ser protagonizada por Evelyn, nombre artístico de Jorge Pérez, famoso transformista de Argentina, pero esa misma censura impidió que encarnase a una mujer, sin poner ningún impedimento en que la actriz Susana Giménez se vistiera de hombre para interpretar a un travesti.

Afortunadamente los tiempos van cambiado.

El lenguaje musical y el de los tatuajes

Veo en tus brazos muchos tatuajes y me destacan los de los nudillos, que me remiten a los de Robert Mitchum en la piel de Harry Powell en “La noche del cazador”.

Siempre pensé que quienes se tatuaban las manos eran únicamente artistas y otras personas que se lo podían permitir, porque en muchos trabajos no te contratan si llevas tatuajes en zonas visibles como la cara o las manos; ello al margen de los grandes curros -si llegas a ellos-, donde ya da igual si llevas una lechuga en la cabeza. Por eso decidí tatuarme los nudillos. En la mano derecha llevo mi rango vocal anterior, que es Mi 3ª Re 5ª, correspondiente a una cuerda vocal de contralto –voz femenina grave-, mientras que en la mano izquierda me tatué Mi Bemol 2ª Re 4ª, que es mi rango vocal actual, mucho más grave –perdí dos o tres octavas de bajo-. Me apetecía tener un detalle entrañable con mi antiguo yo y me pareció lo más representativo, ya que soy cantante.

Sin duda una explicación muy ilustrativa para quienes no entendemos nada de lenguaje musical. Porque has estudiado solfeo, ¿no?

En realidad no tengo formación musical reglada. He sido autodidacta, aprendiendo a lo largo de los años por mi cuenta a tocar los instrumentos y también con gente amiga que sabía más que yo.

Hablando de lenguaje musical, me llama también la atención el tatuaje de tu brazo izquierdo con notas musicales, que seguro tienen un especial significado, como todos los que llevas.

Se trata del primer compás de “Ojalá” de Silvio Rodríguez: Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan… Luego ya dolía mucho para escribir la canción entera.

Los demás tatuajes me los he ido haciendo a lo largo de los años. Este del brazo derecho me lo hice en Ecuador porque cuando asesinaban a una trabajadora sexual trans en Quito -algo muy frecuente-, donde ella solía estar, con una plantilla y spray pintaban este dibujo: unos zapatos de tacón que ascendían al cielo mediante unas grandes alas. Sobrecogedor.

Proyectos futuros

Simultaneando la divulgación del corto, que sigue su carrera en numerosos festivales, incluso a través del Instituto Cervantes, ¿cuáles son tus planes profesionales a medio y largo plazo?

Dedos cruzados porque estoy pendiente de varios, como participar en diversos castings y componer más canciones. También, arrancar el espectáculo del coro Voces LGTB de Madrid, del que soy integrante, que abordará la historia de la homosexualidad y transexualidad en España durante todo el siglo XX, y eso son muchas canciones. Junto con el director musical del coro, estoy coescribiendo este espectáculo, que esperamos que llegue a las dos horas y que integrará un hilo argumental o un maestro de ceremonias que encadene las canciones.

¿Nuevas canciones o versiones de ya creadas?

Algunas serán originales y en otros casos usaremos ya creadas, representativas de diferentes épocas, pero con nuevas letras.

Por otro lado, seguiré con mi propio espectáculo musical, con canciones de mi repertorio que voy enlazando con un monólogo durante el cual me voy cambiando de vestuario en escena, de forma deliberadamente mamarracha, con orejas de conejito, unas mallas brillantes… accesorios horrorosos para hacer el clown total. Comienzo como cantautor y concluyo de una forma muy loca con todo el público.

Así que ya incluyes en tu show musical toda una performance.

Sí, sí, y la gente con ello se involucra, se divierte y pilla mensajes. Llevo audiovisuales, de forma que el público tiene presente en todo momento la letra de las canciones, así pueden seguirlas. Esto lo hice por primera vez cuando celebré un concierto exclusivo para una comunidad de personas con discapacidad auditiva, en el que estaban los subtítulos y un intérprete de lengua de signos a mi lado. Me pareció entonces que debía promover algo más visual, así que empecé a sumar elementos a la actuación.

El juego de las asociaciones automáticas

Para terminar, en el corto tu protagonista no para de pensar cómo actuar. Y es que en demasiadas ocasiones le damos muchas vueltas a todo.  A veces las respuestas automáticas son más reveladoras. Te propongo unas cuantas palabras y dime qué primera te viene a la cabeza en conexión con cada una.

Música: Vida.

Cine: Pasión.

Crear: Humano.

Identidad: Esencial.

Tránsito: Emoción.

Amistad: Vital.

Nuestra conversación (casi hora y media que se pasó en un suspiro) concluyó con este pequeño juego. Y no deja de ser significativo que en el mismo se repitiera el concepto de vida, porque Víctor Viruta la transmite a raudales, siendo puro entusiasmo y cercanía, con una espontaneidad, humor e ingenio admirables. Un comunicador nato. Agradecerle el tiempo dedicado a la entrevista y su extraordinaria cordialidad. Asimismo, mi agradecimiento para Arantxa Palaín, que fue nuestra amiga puente. El cine enriquece y une, un dos en uno fabuloso.

Más sobre el cortometraje

Si aún no has visto “(A)Normal”, puedes disfrutarlo todavía en Filmin. ¡No te lo pierdas!

Aquí su tráiler.

Y si quieres conocer más sobre él y seguir la pista de su trayectoria, puedes hacerlo a través de sus redes:

Facebook A-Normal y Twitter #ANormalCorto

Más sobre su protagonista

Víctor Viruta tiene perfil en Wikipedia y puedes seguirlo en sus redes: Instagram @virutamusica y Facebook Viruta Música. Además, escribe en Pikara Magazine.

“(A)Normal” comienza con un premonitorio segmento de animación que incluye una cita que luego se repite al final, atribuida a Simón de Samotracia. Una cita que encierra una reflexión sobre la normalidad, un término tan controvertido como subjetivo, un término que, de puro manido, quizás debiéramos evitar. La empatía pasa, como dice la canción “Cuerpos en rebeldía”, por no dictar normas para la vida de nadie y por decir adiós a los manuales y a las guías.