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¿Cómo recuerdas tu infancia? El poder evocador del cine nos permite retornar a ese territorio, pleno de experiencias inéditas, que forjó nuestros primeros pasos.

Un emotivo viaje al pasado resultó la presentación del libro Lo que nunca volverá. La infancia en el cine (Applehead Team, 2022) en La Ventana Indiscreta, de la mano de Isabel Sánchez, coeditora. En representación del equipo autoral, nos guió por el jardín secreto que conforman sus 422 páginas, toda una excitante aventura donde rememorar títulos que nos conmovieron y descubrir muchos otros con el poder de despertar dormidos ecos.

Volver a ver desde aquellos ojos curiosos que interiorizaban tantas sensaciones por primera vez. Ese es solo uno de los objetivos de este libro de factura impecable (comenzando por sus numerosas ilustraciones donde priman miradas infantiles que traslucen todo un íntimo universo) que a su vocación de ensayo humanístico a través de su autoría coral, le suma suculentas pinceladas de teoría filosófica y cinematográfica, sin olvidar un componente didáctico orientado a la propia salud, de forma que su lectura podrá satisfacer por múltiples vertientes, desde la más pura cinefilia al interés pedagógico, sanitario o de mayor comprensión del mundo infantil.

En El chico, uno de los largometrajes recogidos en el libro, Chaplin pudo reflejar algunas de sus vivencias. El cine como testimonio y espejo

A continuación, la crónica de una presentación entrañable, tanto por el contenido del libro como por la cordialidad de Isabel Sánchez y la acogida del público asistente.

Dimos la bienvenida con el tráiler de un título emblemático para la mayoría de los presentes, incluido en el libro, E.T. el extraterrestre (que en 2022 cumplió cuarenta añitos), a modo de ejemplo de personaje entre dos mundos, igual que en la infancia transitamos entre nuestra más tierna edad y la adulta. Tras la sintonía inolvidable de John Williams, este clásico nos dio pie para presentar a toda una especialista precisamente en cine clásico: Isabel Sánchez, como demuestra en su imprescindible El blog de Hildy Johnson, una de sus múltiples facetas como divulgadora cinematográfica, una de cuyas últimas expresiones fue comisariar la exposición de Stanley Kubrick en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, como ya tuvimos ocasión de reseñar ampliamente aquí.

Tras destacar que esta era la primera presentación fuera de la Comunidad de Madrid, Isabel nos desveló cómo fue concebir este libro, coeditado junto a Yago Paris y Santiago Alonso (al que pudimos escuchar en unas amables palabras que nos envió a través de un audio) y que se nutre de una polifonía de voces: prólogo de Javier González de Dios y textos de Santiago Alonso, Ana I. Álvarez García, Cristina Aparicio, Anaís Berdié, Jesús Cuéllar Menezo, Miguel Martorell, Mireia Mullor Vicedo, Diego Olmedo, David G. Panadero, Yago Paris, Laura Pavón Aramburú, Daniel Pérez Pamies, Álvaro Peña, Ignacio Pablo Rico Guastavino, Juanma Ruiz, Isabel Sánchez, Diego Salgado, Marian Salgado y Snuff.

Un exuberante jardín secreto

Isabel Sánchez: “Todos hemos sido niños, lo que nos permite identificarnos con los universos infantiles que se presentan en ciertas películas, pudiendo apreciar conexiones incluso en representaciones de infancias muy distintas a las nuestras. En la introducción de Lo que nunca volverá, Santiago Alonso escribe sobre El jardín secreto, novela de principios del siglo XX de Frances Hodgson Burnett, toda una metáfora de nuestro libro como otro especial jardín secreto, donde, a través de un conjunto de jardineros, poder encontrar una gran diversidad de semillas para entender lo que supone la infancia en el cine. En este sentido, fue un lujazo contar con una veintena de autores unidos por el amor al cine, lo que aporta una perspectiva muy plural y rica sobre el mismo tema, demostrando la cantidad de posibilidades que ofrece. Además, las singulares especialidades profesionales de muchos colaboradores, procedentes, por ejemplo, de campos como la psicología, la sociología, la historia… permite reflexiones desde muchas ópticas.

Personalmente, cuando me contaron la idea del libro me paré a pensar en los motivos por los que me apasiona el cine. Concluí respondiéndome que porque me apasiona que me cuenten historias. Y uno de los objetivos pretendidos con este libro es hacer una especie de recorrido histórico por la representación de la infancia en el cine para entender tanto los aspectos formales como los temáticos. De ahí que encontremos largometrajes clásicos como El chico (Charles Chaplin, 1921), El campeón (King Vidor, 1931), Los cuatrocientos golpes (François Truffaut, 1959) o Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988), junto a otros más actuales, caso de El niño de la bicicleta (hermanos Dardenne, 2011), Moonrise Kingdom (Wes Anderson, 2012) o Verano 1993 (Carla Simón, 2017).

El punto de partida surgió de Santiago Alonso, que siempre había llevado el tema del libro rondándole en la cabeza. Muchos de quienes terminamos escribiendo en él, formábamos parte de la revista Insertos Cine, en el marco del periódico digital InfoLibre, y un verano nos planteó un especial sobre películas que abordaran el tema de la infancia. Al ir publicando sus artículos nos dimos cuenta de que se trataba de un material que admitía un sinfín de posibilidades, que podíamos incluso recopilar en varios libros. Y cuando decidimos crear el primero, nos preguntamos cómo seleccionar su contenido, lo que finalmente se concretó en las 63 reseñas de largometrajes que recoge Lo que nunca volverá. El criterio fue la variedad: películas de todos los continentes desde los orígenes del cine hasta la actualidad, constatando así que ha sido un tema recurrente a lo largo de toda su historia. Y un tema que sigue muy vivo. Por ejemplo, en el arranque de este acto hemos visto un fragmento de E.T. el extraterrestre, de Steven Spielberg, que precisamente en breve estrenará su nueva película, Los Fabelman, con apuntes biográficos de su infancia, al igual que recientemente ha hecho Kenneth Branagh con Belfast.

¿Y cómo llegar a la selección final de títulos y coordinarnos esos 20 autores? Santiago elaboró una lista de unas doscientas películas que nos pasó para que cada uno eligiera una. Después, junto a Yago Paris, nos fueron asignando otro título (lo conociéramos o no) teniendo en cuenta nuestros respectivos perfiles, fórmula que nos permitió descubrir otras historias. Porque, precisamente, una de las pretensiones del libro es ir más allá de clásicos, como por ejemplo Matar a un ruiseñor (que no aparece), y poner el foco en películas menos divulgadas, revelando así nuevos ejemplares de ese jardín secreto del que hablábamos. Como consigna para escribir sobre una tercera película, debíamos elegir una con la que nos sintiéramos especialmente identificados o que nos hubiera marcado (en mi caso, Érase una vez en América, que me deslumbró en su día; cuyos análisis fílmicos no acostumbran a detenerse en la parte dedicada a la infancia de sus protagonistas, etapa que predetermina sus comportamientos como adultos). Con esos tres criterios se eligieron las 63 películas a reseñar. Luego consideramos que el libro podía complementarse con otros apartados, de ahí que se terminase estructurando en torno a más contenidos».

Estructura del libro, con un menú degustación audiovisual a modo de aperitivo

A continuación, pasamos a desgranar cómo estaba diseñado ese jardín secreto, y en cada parcela nos detuvimos degustando alguno de sus frutos, léase viendo fragmentos audiovisuales de una o dos de las películas incluidas en cada apartado.

Tras un prólogo firmado por el pediatra y profesor universitario Javier González de Dios, también autor del proyecto Cine y Pediatría, y una doble introducción suscrita por Santiago Alonso y Yago Paris, que espolean a la reflexión, la titulada primera parte la componen 63 miradas a largometrajes ordenados de modo cronológico y en cuatro bloques temáticos especialmente significativos:

1ª parte: I. Los dos mundos

Los tráileres de El camino (Ana Mariscal, 1964) y Ponyo en el acantilado (Hayao Miyazaki, 2008), fueron los títulos que elegí para que Isabel nos hablase de esta parcela, donde podemos leer también sobre: El campeón, He nacido, pero…, El regreso de la mujer pantera, Los niños nos miran, La noche del cazador, La finestra sul Luna Park, La infancia de Iván, El señor de las moscas, Viento en la velas, A las nueve cada noche, The Grandmother, El espíritu de la colmena, Érase una vez en América, Laurin, Jacquot de Nantes y La gran calabaza.

Isabel: «En el inicio de la primera parte tratamos de ilustrar cómo se refleja en el cine el enfrentamiento o encuentro entre el mundo adulto y el infantil.

En la adaptación de la novela homónima de Miguel Delibes que realiza Ana Mariscal, sentimos cómo el niño protagonista se hace consciente de lo que implica su salto de etapa vital. En Ponyo, Miyazaki toma plenamente la perspectiva de sus pequeños protagonistas, desplegando una singular estética de animación al servicio de una representación de la infancia como tiempo donde prima la diversión y el querer disfrutar de cada instante».

1ª parte: II. La infancia en soledad

Con un fragmento de Yuki & Nina (Nobuhiro Suwa, Hippolyte Girardot, 2009), uno de los largometrajes más desconocidos del libro, nos adentramos en su siguiente parte, donde figuran también: Die Unehelichen, El niño y el perro, El pequeño fugitivo, Sammy, huida hacia el sur, El incomprendido, Kes, Cinema Paradiso, La tumba de las luciérnagas, Léolo, Ratcatcher, Una vida nueva, Donde viven los monstruos, El niño de la bicicleta, La vida de Calabacín y Verano 1993.

Isabel: «Incluso estando acompañados, somos soledades andantes. También los niños lo experimentan en ciertos momentos, de ahí este bloque.

Yuki & Nina fue la película que me asignaron, y como no la conocía, me supuso un reto. Y un título que me fascinó. Está codirigida por un director japonés amante de Occidente, en particular del cine francés de la Nueva Ola, Nobuhiro Suwa; y por un actor y director francés enamorado de Oriente, Hippolyte Girardot. Trata de la amistad de dos niñas que viven en París y que se enfrentan a su separación al decidir la madre de una de ellas el retorno a su Japón natal. Parte esencial transcurre en un bosque, un lugar clásico de los cuentos populares y de las novelas de caballería, donde pueden acontecer todo tipo de aventuras, erigiéndose a veces en un espacio iniciático. Sus directores transforman el bosque en un lugar mágico de conexión entre Occidente y Oriente, donde Yuki se da cuenta de que la vida es cambio continuo, de forma que no debe temer nada malo solo por ese cambio que se avecina en su vida. El bosque le va a dar esa respuesta».

1ª parte: III. El futuro de los pueblos

Desarrollándose la presentación en Aragón, cuna de Luis Buñuel, no me resistí a escoger como flor de muestra del siguiente apartado Los olvidados (Buñuel, 1950), que colinda en el libro con: Los ángeles perdidos, Juegos prohibidos, Amenaza siniestra, Pather Panchali (La canción del camino), Shonen (El muchacho), Masacre: ven y mira, Wrony, Osama y La cinta blanca.

Isabel: «Se eligió este bloque porque no hay mejor forma de conocer una ciudad o lugar determinado y saber qué sucede allí, que mirando cómo viven los niños. Las historias que tratan, por ejemplo, los conflictos bélicos, cuando toman el punto de vista infantil nos revelan mucho mejor la temperatura de lo que acontece. Es el caso de Masacre, ven y mira, cuya narración desde la perspectiva de un niño nos lleva a sentir mucho más el horror de una guerra. Recuerdo ahora un documental impresionante, Promises, que cuenta el conflicto palestino-israelí a través del encuentro, en un partido de fútbol, entre niños judíos y palestinos, con lo que comprenderemos muy bien su telón de fondo histórico.

También a través de los personajes infantiles y los recursos sociales de su entorno podremos entender mejor cómo funciona un país. Sucede con El niño de la bicicleta, ambientada en Bélgica, donde asistimos a la situación de exclusión del niño abandonado por su padre. Asimismo lo vemos en Los olvidados, rodada por Buñuel durante su etapa de residencia en México, que dio el protagonismo a un grupo de niños de su capital, en el barrio de La Romita (muy próximo al barrio de los niños de la película Roma, de Alfonso Cuarón). Una película muy dura a través de la cual Buñuel representa la pobreza con una verdad y una revelación extraordinarias. Y es una forma de conocer una determinada realidad de Ciudad de México».

1ª parte: IV. Acto de rebelión

El director de cine iraní Jafar Panahi, no solo es una persona cuyo activismo político le ha llevado a ser encarcelado en su país en numerosas ocasiones, también es un autor que ha sobresalido por películas de niñas resilientes, como la que supuso su debut, El globo blanco, y la que le siguió, El espejo, cuyo tráiler elegí como puerta de entrada al final de la primera parte del libro, donde también se incluyen las críticas de: El chico, Cero en conducta, Los cuatrocientos golpes, Zazie en el metro, El otro, Luna de papel, El viajero (Mossafer), Tomka and His Friends, E.T. el extraterrestre, Veneno para las hadas, ¿Dónde está la casa de mi amigo?, Un ángel en mi mesa, Hook (El capitán Garfio), Dos por el precio de una, El hijo de Rambow, Tenemos que hablar, Bestias del sur salvaje y Moonrise Kingdom.

Isabel: «Fue un bloque que también tuvimos enseguida muy claro, por cómo los niños muchas veces, de una forma inconsciente, ponen el mundo patas arriba siendo más rebeldes que los propios adultos. A este respecto, entre los títulos seleccionados figura, por ejemplo, un filme maravilloso de Jean Vigo, Cero en conducta, cuya escena climática es una guerra de almohadas. Otra película que me marcó mucho en mi infancia fue Viento en las velas, donde unos niños vuelven absolutamente locos a unos fieros piratas. También abordamos otras rebeldías más silenciosas, como la de El espejo, en la que Panahi (gran retratista del mundo femenino en Irán), mediante la aventura de una niña pequeña que decide volver sola a casa tras salir del colegio y ver que no la espera su madre, revela su personalidad arrolladora a través de cada pequeño acto y encuentro en su camino. Toda una muestra de la fortaleza infantil».

Pequeñas historias, grandes universos

En la segunda parte de Lo que nunca volverá saltamos del largo al corto (setenta páginas de inusual exposición), lo que nos llevará a un rincón de su jardín pleno de pequeños ejemplares, tan poco atendidos habitualmente por la crítica especializada pero tan rebosantes de interés como las películas de metrajes más convencionales.

Isabel: «Considerando el enorme mundo creativo en torno al cortometraje, Yago y Santiago plantearon abordarlo de una forma original. A través de una correspondencia electrónica que mantuvieron durante varias semanas, desarrollaron un diálogo siguiendo los criterios estructurales de la primera parte: el cronológico, partiendo del cine mudo, y el de representación plural de países. Comenzaron con el corto español de 1924 La buenaventura de Pitusín, y llegaron hasta 2013 con la pieza surcoreana Sprout. Entre ambas obras, otras tan extraordinarias como la francesa El globo rojo o el segundo corto de Truffaut, que precedió a Los cuatrocientos golpes, Los mocosos. Todo un interesante paseo por un montón de pequeñas (en duración) historias que pueden, en su mayoría, visualizarse por Internet o a través de plataformas».

Y hacer de Helen Keller, el elocuente testimonio de Marian Salgado

Llegados a este punto, quien esto escribe decidió salirse (aparentemente) por la tangente proyectando en la presentación, sin preámbulo, el clip de una película no incluida en el libro. Todo un icono del terror: ¿Quién puede matar a un niño? Porque quien encarnó a una de sus escalofriantes niñas abre el primer apartado de la tercera parte de Lo que nunca volverá: Marian Salgado, a quien conocí precisamente gracias a la estupenda reseña que Isabel Sánchez le dedicó en su blog por la publicación de su autobiografía La hija del periodista (Applehead Team, 2020).

Isabel: «El proceso de creación de un libro es una experiencia fantástica, ya que lo vas construyendo poco a poco. Durante el mismo, nos devino imprescindible abordar el tema de los niños actores, en torno al cual tantos casos conocemos de juguetes rotos; como Jackie Coogan, Shirley Temple o Judy Garland, o en la cinematografía española, Joselito o Marisol. Precisamente en España contamos en los años 60-70 con una niña actriz del llamado fantaterror, Marian Salgado, que, pese a que le encantaba actuar, no fue nada feliz en su trayectoria profesional. Ello le ha llevado de adulta a reflexionar mucho sobre qué condiciones deben concurrir cuando se trabaja con niños en el cine. Contactamos con ella y colaboró en el libro con el artículo Y hacer de Helen Keller. Su experiencia como actriz infantil conecta con una de las citas que encabezan el libro, de Luigi Comencini: Trabajar con niños es un arte aparte. He usado la palabra ‘trabajar’, pero no es la apropiada. De hecho, un niño no tiene que trabajar sino divertirse.

La tercera parte del libro sigue con un apartado que incluye una especie de coro griego formado por testimonios, por un lado, de directores que han trabajado con niños, y por otro, de profesionales adultos que se iniciaron con corta edad en la interpretación (con recuerdos de tránsito de todo tipo, también muy positivos, caso de Elizabeth Taylor o Natalie Wood). De esta forma sumábamos voces desde ángulos muy diversos: cómo los directores viven trabajar con niños y cómo los intérpretes adultos recuerdan sus trabajos primeros siendo niños».

Un final que se ofrece como un principio

Con unos minutos de la premiadísima Mary and Max (Adam Elliot, 2009), nos adentramos en las últimas páginas del libro.

Isabel: «En los denominados apéndices, recopilamos una nutrida relación de películas que nos abren la puerta a un sinfín de posibilidades de exploración. Los coeditores proponemos más de una veintena de ciclos temáticos y Javier González de Dios, desde su especialidad como pediatra, nos prescribe otro buen conjunto de títulos, unas particulares recetas con efectos muy saludables. Con ello buscamos que cualquier persona, especialmente si trabaja en un hospital o colegio, disponga de material de referencia para temas concretos».

¿Jugamos?

¿Por qué no concluir con un guiño a ese niño o niña que aún nos late? Isabel lo propició invitándonos a jugar, compartiendo aquellas películas que nos impresionaron cuando las vimos con corta edad. La Ventana Indiscreta acogió así recuerdos íntimos de muchos de sus asistentes, pues tras la cita de Isabel a La bruja novata, «con esa cama voladora que era pura magia», se sucedieron otros títulos plenos de aventuras y fantasía, como Los Goonies, La guerra de las galaxias, Delicatessen y Peter Pan («de regreso a casa tras salir del cine, juro que vi en el cielo volando a Peter y a Wendy, pero no me atreví a decírselo a mis padres», reconocía María Rosa) o de evocaciones especialmente subjetivas, como Tobi («me aterrorizaba pensar que podrían salirme alas como al niño protagonista», confesaba Nieves) o el cine musical («me llevaba una gran desilusión cuando esperaba en la tele una de aventuras y emitían una de cantar y bailar, que me aburría soberanamente, de ahí que ahora siga sin gustarme ese género», nos decía, entre risas, Pablo). Curiosamente, fue el género de terror el que se llevó la palma en esa vuelta atrás: Tiburón, El exorcista, Nosferatu, Yo anduve con un zombie, La mosca, El increíble hombre menguante, La momia, La cabina… Como nos apuntó Isabel: «No olvidemos que la emoción del miedo se usa también en la infancia como una herramienta de control, con amenazas como que vendrá el lobo o el hombre del saco».

Pero en nuestro caso, disipados esos miedos, se trató de un colofón nostálgico repleto de humor.

Y si al inicio del acto un tema musical de John Williams nos transportó al momento mágico de las bicis voladoras de E.T., en los créditos finales no faltaron unas chuches retro a modo de dulce despedida, con mi particular agradecimiento a quienes hicieron posible esta maravillosa presentación: a Isabel Sánchez, por el lujo inolvidable de contar con su presencia amiga, y a todo el equipo de Lo que nunca volverá por las horas de inspiradora lectura que nos han regalado; a Sergio Guiral por el marco incomparable de referencia cinéfila que es su tienda; a Fernando Sánchez por su apoyo logístico y, por descontado, a todo el público que nos arropó.

Cerrando con una cita recogida en el libro, en esta ocasión del ilustrador y escritor Maurice Sendak, «llegar a los niños es importante, pero también secundario. Lo primero, siempre, es llegar y retener al niño que hay en mí». Y si «el juego es lo que define la infancia», como resalta Juanma Ruiz en su reseña de Hook (Steven Spielberg, 1991), Lo que nunca volverá. La infancia en el cine, se nos revela como una gozosa lectura lúdica y seria a la vez que nos garantiza, no solo sugestivos descubrimientos en el jardín secreto que nos ofrece, también un estimulante retorno al País de Nunca Jamás.