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Stanley Kubrick ya había demostrado en la década de los 60 su gran versatilidad como cineasta abordando con maestría historias tan diversas como «Espartaco», «Lolita», «Teléfono rojo. ¿Volamos hacia Moscú?» y «2001: una odisea del espacio», marcando su impronta como autor audaz en la adaptación de novelas no exentas de dificultad en su traslación a la gran pantalla. En la década siguiente ratificó su talento atreviéndose a llevar a su terreno una novela distópica (de la que acaba de descubrirse una secuela perdida en los archivos de su autor) y otra de aventuras ambientada en el siglo XVIII.
Años 70
La naranja mecánica (1970)
“La pregunta moral esencial es si un hombre puede o no puede ser bueno sin tener la opción de ser malvado y si esa criatura sigue siendo humana” – Stanley Kubrick
El humanismo pesimista de Kubrick encontró material ideal para desarrollar en la novela «A Clockwork Orange» (1962) de Anthony Burgess, que leyó de tirón, documentándose posteriormente sobre la psicología del comportamiento y la terapia de reflejos condicionados como soporte técnico adicional para su relato fílmico.