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Tomaron el timón de sus vidas artísticas y, contra los vientos y mareas de un océano de limitadas libertades, siguieron el rumbo por sus vocaciones marcado. Margarita Alexandre, Lola Flores y Ana Mariscal, tres carreras coetáneas, ejemplos de fidelidad a sí mismas, en las que adentrarnos a fondo gracias a la exposición que la Filmoteca Española les dedica hasta el próximo 31 de marzo.

Porque en un inspirado ejercicio de memoria plural, en lugar del carácter monográfico que suele caracterizar a los eventos de aniversario, la Filmoteca pone el foco en tres estrellas de ejemplar recorrido como productoras, guionistas, directoras o empresarias, tanto en España como en América Latina.

Errantes y perseverantes. El siglo de Margarita Alexandre, Lola Flores y Ana Mariscal, título que condensa dos valores compartidos por las tres, además de la celebración en 2023 del centenario de sus nacimientos: un carácter inquieto en busca de cumplir sus objetivos artísticos, lo que las impulsó tanto a proyectos arriesgados como a enriquecedoras estancias fuera de su país natal, y la tenacidad en mantenerse en el camino elegido.

La muestra la integran fundamentalmente fondos de la Filmoteca Española que incluyen audiovisuales, carteles, fotografías, guiones, prensa y revistas, órdenes de censura y entrevistas realizadas para la ocasión. De esta forma, a través de la trayectoria de sus protagonistas, asistimos también al devenir de la historia del cine español.

Aquí un breve paseo en imágenes por esta excelente exposición que nos permite conocer cómo se desenvolvieron estas tres mujeres en unos tiempos nada favorables para el emprendimiento femenino.

Nada mejor que una línea de tiempo para apreciar visualmente muchos de sus hitos vitales, así como sus cruces y convergencias. Con el punto de partida en los años de su nacimiento (1921, año real del nacimiento de Ana María Rodríguez-Arroyo Mariscal, a la que su hermano Luis, como impulsor inicial de su carrera en el cine, rebautizó como Ana Mariscal nacida dos años después; y 1923 en los casos de Lola Flores y Margarita Alexandre) y el cierre en los años de su fallecimiento (1995, Mariscal y Flores, y 2015, Alexandre), el pasillo de entrada a la sala expositiva de la madrileña calle Magdalena 10, servirá de informativo preliminar preparatorio para el rótulo de introducción: «Constelaciones».

Errantes y perseverantes-Filmoteca Española- Centenario Lola Flores, Margarita Alexandre y Ana Mariscal (1)

Acertado hilo conductor que las comisarias de la exposición, las historiadores Marina Díaz López y Sonia García López, motivan así: sus «constelaciones nos animan a releer la Historia del cine español usando una lente gracias a la cual las mujeres cobran visibilidad y se revela la importancia de su contribución a la cultura de la imagen en movimiento. Por otro lado, proponen mirar al presente -y al futuro- sabiendo que una línea invisible une a las mujeres que quieren dedicarse y se dedican a hacer cine con aquellas que entonces se enfrentaron a dificultades y desafíos distintos o similares a los que ellas se enfrentan. Al entrar en el juego de constelar, nos unimos a ellas, nos convertimos en copartícipes de una historia por demasiado tiempo no contada«.

Y como una historia constelada no es lineal, las comisarias nos sumergen en la primera sala invitándonos a un juego de conexiones que, como en una tirada de dados, irá alternando los pasos de las tres protagonistas, que se nos presentarán en una breve semblanza escrita y a través de tres pantallas que se activarán en alternancia con fragmentos audiovisuales de muchas de sus películas, comenzando con títulos del arranque de sus carreras como actrices, caso de «Correo de Indias» (Edgar Neville, 1942), con Alexandre; «La princesa de los Ursinos» (Luis Lucía, 1947), con Mariscal, o «Embrujo» (Carlos Serrano de Osma, 1947), con Flores; hasta otros que impulsaron tras las cámaras, caso de «El camino» (Ana Mariscal, 1964) o «Muerte de un burócrata» (Tomás Gutiérrez Alea, 1966).

Errantes y perseverantes-Filmoteca Española- Centenario Lola Flores, Margarita Aleixandre y Ana Mariscal (4)

Vocaciones, alianzas y obstáculos ante los que no rendirse

La siguiente sala, con profusión de fotos y diversa documentación gráfica, nos hablará del inicio de sus vocaciones, de la censura que todas sufrieron y de las alianzas creadas para pervivir. Así, si bien Lola Flores ya desde niña cultivó el cante y baile que animaba sus entrañas, Margarita Alexandre y Ana Mariscal entraron en el mundo del cine motivadas por terceros (primero como actrices, luego ejerciendo como productoras, guionistas y directoras), compartiendo todas una insobornable determinación que motivó forjar sus propias compañías, de cine o teatro, con gente de confianza que les facilitara moverse hacia los horizontes por ellas deseados.

En la reseña de las alianzas la exposición subraya que el éxito profesional precisa del talento personal, pero sin olvidar que en cine y teatro subyace un esfuerzo colectivo. Y que una base emocional estable resulta el mejor cimiento para que las capacidades alcen su vuelo. De este modo, se recuerda en fotos y testimonios el papel artístico de Carmen Flores y Antonio González El Pescaílla en la vida de Lola Flores, acompañándola en películas, escenarios teatrales y salas de fiestas; la complicidad en la trayectoria de Ana Mariscal, de su hermano actor Luis Arroyo y del fotógrafo Valentín Javier (con quien fundaría la compañía de cine Bosco Films); y las decisivas coaliciones de Margarita Alexandre con el crítico cinematográfico Rafael Torrecilla (con quien crearía la productora Altamira Films, luego denominada Nervión Films) y el director de fotografía Juan Mariné.

Las tres debieron enfrentarse a no pocos obstáculos, no solo por su condición de féminas y espíritus inconformistas, también por el común panorama de censura creativa del régimen franquista. Entre los ejemplos de la muestra, el caso de «Nazarín», que en origen se concibió como una coproducción hispanomexicana entre la productora de Margarita Alexandre y Rafael Torrecilla, Nervión Films, y Manuel Barbachano Ponce; apareciendo en 1958 Alexandre y Torrecilla, junto a Luis Buñuel y Julio Alejandro, en una de las primeras versiones del guion adaptando la novela de Pérez-Galdós. Finalmente, la censura española, calificando de «inadmisibles» el lenguaje y expresiones del guion, dio al traste la participación en dicho rodaje, que terminó siendo una producción íntegramente mexicana un año después.

Otro caso expuesto es el de la película «Los de Loeches», proyecto de 1964 de Ana Mariscal con Bosco Films, del que se conserva material gráfico como instantáneas de las localizaciones en Madrid y de los numerosos jóvenes que asistieron a la selección convocada, en los estudios Amor de Dios, de «diez chicos, de 10 a 15 años» para el inminente rodaje de la película bajo la dirección de Ana Mariscal. Los numerosos recortes impuestos en el guion, cercenaron también su materialización.

Ante vientos desfavorables, reorientar las velas. Como después mostrará la exposición con el salto al continente americano que las tres se atrevieron a dar. Antes, la muestra se detendrá en tres de las películas más emblemáticas de sus respectivas carreras.

Margarita Alexandre y «La gata», experimentando con el nuevo Cinemascope

Tras el éxito de su debut con «Cristo» (1953), un original documental compuesto por filmaciones de cuadros religiosos, «La gata» (1956) fue la tercera película codirigida por Alexandre con Rafael Torrecilla en el marco de su productora Nervión Films. Buscaban recuperarse de la semiquiebra a la que la censura les condujo al mutilar su segundo largometraje juntos, «La ciudad perdida» (1954), centrado en un comunista infiltrado en España en un inusual policíaco coproducido con Italia. Apostaron para ello por un drama rural con triángulo amoroso que dinamitaba estereotipos (ante todo, el femenino), a la par que experimentaron con dos nuevos formatos, erigiéndose en el primer título de capital íntegramente español rodado en Eastmancolor y Cinemascope (presentado al público con «La túnica sagrada» en 1953). Con Juan Mariné nuevamente como colaborador al frente de la fotografía, el tratamiento del color y de las composiciones sumaron como elementos expresivos de una recreación de Andalucía alejada de los tópicos comunes, donde brillaba con fuerza el personaje, dueño de sus afectos, encarnado por Aurora Bautista.

Anuncio de 1954 en la revista Espectáculo sobre el nuevo cine panorámico. Obsérvese el detalle de colocación de las quince personas que daban medida de la grandeza de la pantalla.

Al igual que Nervión Films, la productora creada por Ana Mariscal con Valentín Javier, Bosco Films, sufrió ya en su debut en 1953 los rigores de la censura, como se cuenta en la sala contigua de la exposición.

Ana Mariscal, «Segundo López, aventurero urbano» y los azares de la distribución para no naufragar

Ana Mariscal, en su estreno como directora y productora, optó por alejarse del cine convencional que la había consagrado como actriz, promoviendo la adaptación de «Segundo López, aventurero urbano», novela homónima de Leocadio Mejías que retrataba las andanzas de un bonachón e ingenuo hombre de provincias en el Madrid de entonces, acompañado de un avispado muchacho, El Chirri, a modo de joven escudero. El retrato de las miserias de la España de posguerra que servía de telón de fondo, no gustó nada en el tribunal de calificación cinematográfica, que la encuadró en la «tercera categoría», una velada forma de censura que constreñía su distribución en salas, sobre todo en las de las grandes ciudades.

Ante tal adversidad y para evitar la bancarrota, a través de su productora Bosco Films firmó contrato a contrato con cines de numerosas localidades, en una suerte de tourné que la exposición ilustra con un mapa de España donde se detallan los 85 emplazamientos que visitaron desde agosto a octubre de 1953, comenzando por Santiago de Compostela y finalizando en Toro. La estrategia común: función única, con introducción de la propia Ana Mariscal, intérprete y directora del filme «que personalmente dirigirá la palabra al público antes de la proyección», añadiendo los programas de mano editados para cada ocasión: «Un suceso único e inesperado. La mejor oportunidad para los coleccionistas de autógrafos de artistas y personajes famosos».

No, no somos nada modernos con los eventos de las salas de cine actuales, buscando atraer más público con la presentación o coloquio a cargo de los artífices de la película proyectada en cuestión.

Lola Flores y la reapropiación de un clásico con el remake de «Morena Clara»

La historia de las nuevas versiones resulta también consustancial con la búsqueda del éxito apoyado en el obtenido por el precedente que toma de base. Si bien, cuando el matrimonio y tándem artístico formado por el director Florián Rey y la artista Imperio Argentina decidieron adaptar en 1936 la popular obra teatral «Morena Clara», ni esperaban que llegara a ser el filme más visto del cine patrio hasta entonces, ni que pocos meses tras su estreno estallara una guerra fratricida. En todo caso, convertida en un clásico de la comedia musical, con canciones archifamosas como El día que nací yo o Échale guindas al pavo, a mitad de los años cincuenta cobraría intensa nueva vida con el remake dirigido por Luis Lucía con Lola Flores al frente. Ya gran estrella de la canción y el baile, Flores se reapropió con singular brillo del arquetipo de la «gitana blanca» (insertada en la clase burguesa por obra del amor, en este caso de un fiscal sevillano encarnado por Fernando Fernán-Gómez en una suerte de duelo irónico de temperamentos con componentes interclasistas e interraciales), subrayado musicalmente todavía más por una nueva canción, la zambra Soy Morena Clara.

La exposición recuerda tanto la obra teatral primigenia, estrenada en 1935, como sus dos versiones cinematográficas, sin olvidar la curiosa coincidencia de que Ana Mariscal acompañó a Lola Flores en la trama de 1954 interpretando a su abogada defensora.

Más allá de toda frontera: creciendo profesionalmente en América Latina

Compartiendo mercado hablado en español, las tres dieron el salto a América Latina, donde revalorizaron sus trayectorias profesionales y las impregnaron de otras culturas, en un claro ejemplo del cine como actividad transnacional que la exposición pone en valor.

Al respecto, resulta muy esclarecedor un gran mapa geográfico mural donde se registran sus viajes de ultramar entre 1952 y 1971, en algunos de los cuales coincidieron, como atestiguan diversas fotos: Margarita Alexandre y Ana Mariscal en la primera edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata en 1954, y un año después, Mariscal y Lola Flores en Buenos Aires.

La muestra se estructura en este pasaje en tres espacios, concentrando a cada protagonista en el país donde más duró su estancia:

Margarita Alexandre en Cuba, donde, tras llegar en 1959 junto a Rafael Torrecilla, invitados por el productor Manuel Barbachano Ponce (mientras esperaban sus visados para ir a México junto a Luis Buñuel) se termina instalando hasta 1971. En el marco de la vitalista industria cinematográfica de la isla, tras el triunfo de la revolución contra el dictador Fulgencio Batista, Alexandre aparca la dirección en aras al servicio de proyectos colectivos, trabajando como directora de producción en el recién fundado Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) en estrecha colaboración con Tomás Gutiérrez Alea.

Ana Mariscal en Argentina, donde vivirá entre 1954 y 1956, al poco de casarse con Valentín Javier, consolidando su versatilidad como actriz de comedia en cine y de drama en televisión y teatro (en diversas adaptaciones de Federico García Lorca). Sus relaciones con la comunidad de españoles exiliados propiciarán que a su regreso a España el matrimonio decida que el segundo largometraje de su compañía Bosco Films, también dirigido por Mariscal (tras «Segundo López» y el corto documental «Misa en Compostela»), aborde el tema de la reconciliación entre las dos Españas. Titulado «Con la vida hicieron fuego» (1958) tampoco se libró de la implacable censura.

Lola Flores en México (previa exitosa gira musical de quince meses por otros países hispanoamericanos), donde entre 1952 y 1963 protagonizará diez películas en las que, con su carismático estilo de afrontar los arquetipos de gitana y andaluza, les aportará luz propia en comedias musicales de mezcla de folclores. La libertad expresiva que exteriorizará en estos títulos la consagrarán, más allá de como estrella del flamenco y la copla, como estrella cinematográfica. En 1956 protagonizó allí un filme titulado «La faraona«, cuatro años después de que el empresario mexicano Carcho Peralta la bautizara así cariñosamente. Regio título con el que mundialmente se la conocería.

Constelar: seguir tejiendo universo juntas

En un cierre que pretende ser un punto y seguido, la exposición finaliza en una sala donde se proyectan tres vídeos con testimonios actuales de lo que significaron para el séptimo arte estas tres profesionales. Además de una interesante reflexión sobre el concepto de constelación que vertebra la muestra:

«Como recuerda Jessa Crispin, en la palabra considerar, -siderar proviene de estrella al igual que la palabra ‘sideral’, que significa perteneciente a las estrellas. La palabra considerar significa pensar, meditar, reflexionar algo con atención y cuidado, pero en latín, un sidus era alguien que prestaba atención a las estrellas y, gracias a ese trabajo de observación, advertía patrones determinados que dieron origen a las constelaciones».

Considerar las estelas que han dejado Margarita Alexandre, Lola Flores y Ana Mariscal cien años después de nacer, no deja de iluminar el trayecto de quienes deseen seguir sus pasos artísticos.

El presente en diálogo con el pasado con intención de ser siembra de futuro.

Pues por más que a veces lo olvidemos, somos personas insignificantes en la inmensidad del Universo, solo nuestras interacciones son capaces de moverlo. De ahí la importancia de constelar con referentes que nos guíen en elecciones libres y alineadas con nuestro ser. Como así persiguieron Margarita, Lola y Ana. Estrellas cuya luz no debemos dejar perder.