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Emprendedoras, decididas, valientes y luchadoras, así son algunos de los mejores personajes femeninos retratados por Isabel Coixet en su cine. Al igual que Ann en «Mi vida sin mí» enfrenta una dura revelación con un coraje inaudito o Josephine Peary en «Nadie quiere la noche» desafía hasta a la naturaleza en su objetivo de reencontrarse con su marido, Florence Green no retrocede en su empeño de abrir una librería en un pequeño pueblo inglés costero, a finales de los años cincuenta, a pesar de que todo a su alrededor parece alineado en su contra.

Hay mucho de Isabel Coixet en ese apostar por aventuras vitales aunque los vientos iniciales no sean favorables. Así lo declaró en la rueda de prensa de Valladolid en la que presentó «La librería», tras su proyección como película inaugural de la pasada Seminci, que tan grata sensación dejó en la mayoría del público y que venía precedida del premio a la mejor adaptación literaria internacional en la Feria del Libro de Frankfurt.

Sobre el origen del proyecto, Coixet indicó que surgió en una conversación con el productor Albert Sagalés, que le nombró la novela «The bookshop» de Penelope Fitzgerald, que a ella le había fascinado cuando la leyó y que consideraba un sueño para cualquier cineasta. Tras contactar con la hija de la autora (presente en la sala del festival) y comprobar que los derechos de adaptación estaban libres, las productoras Diagonal TV y A Contracorriente Films comenzaron a trabajar para obtener financiación. Un proyecto que al final vio la luz por tozudez, ya que no resultaba muy atractivo para los inversores ese final melancólico y que no se mostrara una auténtica historia de amor, cuando, en opinión de la directora, una historia puede ser más intensa cuanto menos se ve. Finalmente, el largometraje se materializó como coproducción entre España, Inglaterra y Alemania, rodándose en localizaciones de la provincia de Barcelona y del Norte de Irlanda (donde no fue nada fácil encontrar un pueblo marinero que se ajustase a las características de una localidad inglesa de 1959).

No tengo vocación de heroína pero a mí los libros me han salvado la vida y me han permitido desarrollar mi empatía. Con esta vehemencia la cineasta nos transmitía su pasión literaria y su deseo de que su película anime a leer: primero me gustaría que vieran «La librería» y que luego, si aún no lo han hecho, lean el libro.

Muy interesantes fueron los comentarios de Coixet sobre su visión del personaje de Florence Green, encarnado por la inglesa Emily Mortimer, una mujer de mediana edad, sin escudo galáctico, que lucha por su pequeño sueño. Florence, viuda y con cierta ingenuidad en cuanto que no sabe que los seres humanos -como apunta una frase de la historia- se dividen en exterminadores y exterminados, lanzándose a su proyecto de librería, sin medir las consecuencias de sus actos, saldrá de su burbuja y se dará cuenta de que el infierno son los otros, si bien ilustrará lo importante que es vivir siguiendo tu brújula. Al hilo de ello recordó su documental «Viaje al corazón de la tortura» (2003) y una lección que aprendió con él: las víctimas, al final, vencen.

Sobre la elección de Bill Nighy para el papel del introvertido Mr. Brundish, que termina siendo el mejor aliado de Florence, la directora destacó su inteligencia y economía interpretativa, siendo la clase de actor que bajo esa típica contención británica sabes que puede expresar todo un mundo turbulento y secreto. También destacó la intervención de la actriz estadounidense Patricia Clarkson, que en su tercer trabajo juntas (anteriormente la había dirigido en «Elegy» y «Aprendiendo a conducir») quiso convertir en una auténtica villana. Asimismo, subrayó la importancia del personaje de la niña Christine (Tina), inspirado en la hija de la escritora Penelope Fitzgerald, que acompañó a Coixet y al resto del equipo en el estreno de la película en Valladolid.

Rueda de prensa tras la proyección. De izquierda a derecha: los productores Albert Sagalés y Jaume Banacolocha (de Diagonal TV), la directora Isabel Coixet, el actor Bill Nighy, el distribuidor Adolfo Blanco (de A Contracorriente Films) y Javier Angulo (director de la Seminci)

Coixet ante la fachada del lugar más querido para su heroína sin escudo, cuya principal arma son sus libros, que son también su hogar

Resonancias

El arranque de «La librería», con ese relato en off de cómo vive Florence su inmersión en la lectura mientras delicados planos articulan la simbología entre libros y hogar, sienta las bases del idealismo del personaje, aislado en un principio -aunque ya se apunte su primer apoyo- en su firme creencia de que su pasión puede compartirla en el pequeño pueblo inglés al que se ha trasladado, donde se decide a abrir su primera librería. Un personaje con quien, para quien alguna vez ha experimentado la fascinación por la literatura, es fácil identificarse. Su casi física relación de amor con los libros (que gusta tocar, dejándose envolver por ellos en noches representadas de forma un tanto onírica) se entronca muy bien con los leves flashback que nos aportan claves de su pasado, determinantes de las corrientes subterráneas que vinculan emocionalmente a la protagonista. En consonancia, pocas palabras serán también necesarias para que conozcamos la misteriosa historia que se esconde tras el huraño señor Brundish, rico caballero del lugar que será el principal apoyo de Florence en el avance de su negocio. Que el inicial lazo expreso entre ambos, en su correspondencia librera-cliente, sea la novela “Farenheit 451” y que la voz en off de la narradora del filme sea la de la actriz protagonista de su adaptación al cine, realizada por Truffaut, Julie Christie (algo que en la versión doblada se perderá inexorablemente), no dejan de ser guiños que amplifican ejemplarmente la fuerza del trasfondo de la trama. Los otros libros esenciales en la historia, “Lolita” y “Huracán en Jamaica”, también encontrarán en su escenificación el enclave necesario para revelarnos su trascendencia, tanto literaria como en el sentir de los intérpretes.

Isabel Coixet dirigiendo a Emily Mortimer

Patricia Clarkson como Violet Gamart, que no duda en intrigar contra Florence y su librería

Las conspiraciones de silencio suelen ser tan cobardes como demoledoras. Como lo es la que rodea a Florence cuando la influyente y caprichosa Violet Gamart comienza su campaña de asedio por haber instalado su librería en Old House, antiguo edificio del pueblo, supuestamente valioso pero olvidado por todos hasta ese momento. En estructura clásica, Coixet nos muestra las telarañas que se tejen y, entre todos, se conservan. Y manteniendo un cierto equilibrio entre drama y humor, se sitúa la pequeña Christine (Honor Kneafsey), un cruce de pequeña Lolita, por su precoz desparpajo y resolución, y de Sancho Panza acompañando como ayudante en la librería a la quijotesca Florence.

La atmósfera casi evanescente que se respira en ocasiones durante la historia quedará plenamente justificada con ese epílogo, añadido afortunado de Isabel Coixet que, aunque sea una concesión a un final menos amargo que el original literario, transforma una elegía en un canto al futuro. A un futuro mejor donde los libros-hogar sean, como aquellos hombres-libro, fuente de sueños libres y vidas propias.

Tráiler en versión original en este enlace.

Tráiler doblado al castellano desde aquí.